Vivir en una situación de violencia de género (o de violencia en la pareja) y superarla, es una de las cosas más difíciles que puedes conseguir. Desafortunadamente, hay veces que este logro te puede dejar unas duras secuelas que tendrás que afrontar…

Para las mujeres que sufren violencia de género su vida termina siendo, como comúnmente denominan ellas mismas, un infierno. Terminan encorsetadas en un círculo de violencia, arrepentimientos por parte del maltratador, y vejaciones del que no saben cómo salir. Aquellas mujeres que logran romper esas cadenas y huir del maltratador pueden ser consideradas realmente supervivientes. Una vez superada esa situación, les queda por delante una nueva vida en la cual deberán de recuperar aquello que les ha sido destruido, como el autoestima, la confianza, el círculo social… Pero algunas de ellas pueden tener más dificultad porque han terminado desarrollando un Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT).

Estas mujeres son claras candidatas a sufrir este trastorno ya que viven en un continuo trauma, con episodios de lesiones graves y abusos sexuales constantes, llegando incluso, en algunas ocasiones, a temer por su vida.

Cómo reconocer el TEPT

Las situaciones que podrían dar una señal de que están padeciendo este trastorno se podrían traducir, por ejemplo, cuando escuchan unas llaves en el umbral de su puerta y tienen un ataque de ansiedad porque esto les recuerda a cuando el maltratador llegaba a su casa, aunque ya no vivan con él; o cuando pasan al lado de dos personas que están discutiendo, aunque esas dos personas no tengan ninguna relación con la mujer… Ambos, entre otros ejemplos, son escenarios que podrían traer de vuelta a la mujer a las sensaciones que experimentaba cuando vivía con su pareja y esto producirle una importante situación ansiosa.

Comúnmente no es necesario que haya algo que traiga de vuelta a la mente de estas mujeres el trauma, ya que le pueden venir recuerdos sin previo aviso, o pueden sufrir sueños en los que se reviven las situaciones de maltrato. Cuando sufren estos recuerdos espontáneos pueden llegar a incluso a abstraerse de la realidad, llegando a sufrir hasta cierta disociación y sentir de nuevo las mismas emociones que cuando se sucedían los episodios de maltrato.

También podemos encontrar en las mujeres que sufren este trastorno la negación de, al menos, algunos episodios pasados de su situación de maltrato, no por el hecho de que no lo recuerden, sino porque no quieren aceptar que les haya pasado eso, ya que el dolor o malestar que les causa la aceptación es imposible de soportar para ellas. Otro caso distinto son aquellas situaciones que de verdad han olvidado inconscientemente por ser episodios muy significativos para ellas, creándose así lagunas de memoria que no pueden recuperar.

Esto hace que la vida de estas mujeres, aun habiendo sobrevivido a la violencia de género, sea tremendamente complicada por estar sumergidas en este trastorno, secuela de la exposición tan traumática ante una situación agresiva.

¿Tiene solución?

Afortunadamente siempre hay una luz al final del túnel, y el TEPT es abordable desde la psicología con bastante éxito. Cada mujer superviviente de violencia de género ha vivido una situación única por lo que se tendrá que trabajar cosas distintas con cada una de ellas. Muchas mujeres necesitarán que se trabajen con ellas, de forma psicoeducativa, los conceptos de relaciones personales sanas, pues no han tenido la oportunidad de experimentarlas.

Por otro lado, el trabajo para controlar la ansiedad es fundamental: la relajación es la principal herramienta en este caso, que nos servirá para, más adelante, hacer un afrontamiento progresivo a los estímulos detonantes, siempre al ritmo que la mujer se vea capaz. Para tratar este trastorno también nos son útiles las Terapias Cognitivas, con diálogo socrático entre otras herramientas.

Quitando la parte más técnica de las que nos ocupamos los psicólogos, lo que más necesitan estas mujeres, padezcan o no un TEPT, es apoyo y comprensión: un lugar donde poder expresarse abiertamente sin que nadie les coarte de ninguna manera, alguien que las reconozca como personas válidas y valoradas y les hagan ver que no están solas. Para ello no solamente es útil la figura del psicólogo, sino que es tremendamente importante la reconstrucción del círculo social o incluso grupos de apoyo de iguales, donde reciban el cariño que les ha faltado todo el tiempo que vivieron en ese infierno.


Este artículo ha sido escrito por un psicólogo invitado por Silvia Muñoz, se trata de David J. González Crespillo, Psicólogo General Sanitario (Colegiado nº AN09557) y Técnico Experto en Violencia de Género. Tiene experiencia en el trabajo con mujeres que han sufrido violencia de género y en el tratamiento con conductas adictivas. Además, ha ampliado su formación en Primeros Auxilios Psicológicos, Programación Neurolingüística, en el Tratamiento de Trastornos de la Alimentación y en Comunicación No Verbal. Contacto: davidjgc73@gmail.com.