En su artículo El chivo expiatorio, pilar del pensamiento conspiranoico[1], el profesor Jan-Willem van Prooijen dice lo siguiente: “¿Qué función desempeñan las teorías de la conspiración en la polarización y la radicalización? Se afirma a menudo que las situaciones de crisis social fomentan el pensamiento conspiracionista entre ciudadanos bien integrados y que no muestran síntoma alguno de trastorno. Cuando se experimenta un sentimiento de angustia -incertidumbre de cara al futuro, pérdida de control o ansiedad- es natural que uno realice esfuerzos mentales para dar sentido al contexto físico y social, y llegar a comprenderlo. Esta reacción ha contribuido mucho a nuestra supervivencia a lo largo de la evolución de la especie, porque el impulso por comprender la naturaleza y el origen de las amenazas ha aumentado nuestra capacidad de anticiparnos a los peligros.” Pero luego añade: “Aunque este razonamiento forma parte del rompecabezas, no alcanza por sí solo a explicar el pensamiento conspiracionista. Las situaciones de crisis no conducen necesariamente a una mentalidad así. … Para que el pensamiento conspiranoico arraigue, es preciso que exista al menos un factor adicional: un colectivo exterior antagonista, esto es, un grupo social del que se desconfía y al que se desprecia profundamente. Un grupo así proporciona un chivo expiatorio oportuno que permite comprender de manera sencilla y directa una situación de crisis social, tal como una pandemia, un ataque terrorista o una elección perdida. ‘Ellos’ crearon deliberadamente esta situación; se trata de una conjura malévola y criminal urdida por ese grupo. La existencia de este chivo expiatorio puede incluso llegar a ser un consuelo. Es difícil prepararse para hacer frente a la mala suerte (o a un enemigo invisible, como un virus), pero sí es posible enfrentarse con un grupo hostil claramente identificable. … A menudo las teorías de la conspiración surgen cuando las situaciones de crisis se conjugan con la presencia de grupos antagonistas. La explicación de una situación de crisis resulta más fácil cuando se encuentra a un responsable. … A corto plazo, las teorías conspiracionistas quizá contribuyeron a que los amotinados se sintieran personas singulares e importantes. … Esos sucesos ponen de relieve los peligros del pensamiento conspiranoico, tanto para la sociedad como para quienes creen en esa conspiración. Al exacerbar la polarización, las teorías conspiracionistas pueden propiciar una acción radical y socavar las instituciones democráticas, las mismas que se concibieron para ayudar y proteger a los ciudadanos.”

Si analizamos pormenorizadamente estas palabras, notamos cómo el autor señala a los «ciudadanos» como culpables no solo de sostener sus peculiares ideas y teorías conspiranoicas -y en su artículo nos da varios ejemplos de ellas-, sino de que recurren a ellas por no soportar bien la angustia y la ansiedad, la pérdida de control y de estabilidad, la incertidumbre que genera una crisis social lo que supone un auténtico “peligro” -cuando él mismo sabe que eso es “natural». 

El autor del artículo da a entender de modo subliminal pero repetitivo, que estas teorías proceden de un grupo específico de «ciudadanos», aunque no les dé un nombre ni los identifique. Son “ellos” los que inventan, los que padecen delirios paranoicos, y no los “otros” que son los que por lo que se ve, los que corren el peligro de que se los señale como chivo expiatorio de una situación equis de crisis, cuando son inocentes. O sea, el pópulos delira y la democracia está para protegerlo de su propio delirio. 

Nos olvidamos de un sinfín de cosas que contribuyen a este delirio, y que no parten precisamente del pópulos sino, en buena parte, de los que participan activamente de los distintos gobiernos, los cuales, como se nos explica en el capítulo 13 de las Memoris of Boffin[2], piensan y actúan solo de manera cortoplacista, luego, en buena parte de los medios de comunicación, luego, en buena parte de los que participan de las artes y de la cultura, las academias, las instituciones, la educación y la salud pública, y luego, de los que detentan el poder económico y finalmente, el religioso. Esto es así desde que existe la civilización. Esto es así desde que alguien tiene más poder o se hace con más poder que los otros. Esto es así desde que en una familia los padres se erigen como autoridad implacable e inapelable, sin respeto por los más ingenuos o débiles, los que saben menos.

Por otra parte, como bien nos explica Freud, todo delirio esconde un punto o un núcleo de verdad. No es pues el pópulos el que delira porque busque un chivo expiatorio, si no porque no sabe, carece de las herramientas con las que cuentan los que detentan el poder, como para saber manejarse. Busca explicaciones y las busca en los que sí parece que saben. Porque justamente, estos que sí parece que saben siempre dan a entender que ellos sí saben. 

Son los poderosos, las autoridades, los padres, los que, en muchos casos, hacen lo impensable por mantenerse en su puesto y los que señalan al que va a ser el chivo expiatorio cada vez… Y es para ello que estudian a las “masas”, la conducta de los “pueblos.” No por nada Edipo, cae: son las autoridades tebanas, es decir, Creonte y Tiresias, amén del oráculo, quienes señalan al que va a caer. Y lo escogen porque sus “pecados”, al pueblo -lo convencen de antemano-, de que son insoportables de ver. 

Pero en contra de lo que esgrimen Creonte y Tiresias, Edipo no es culpable. Edipo ha escapado de su destino una vez escapa de Corinto. Es en Corinto y no en Tebas donde se encuentran sus verdaderos padres, esto es, los padres que le amaron, que lo criaron. En Tebas solo quedaban padres que habían abandonado a su hijo siendo un recién nacido, torciéndole, además, los pies, para que nadie lo recogiera. 

Una vez las autoridades del día señalan cuál ha de ser el chivo expiatorio y este es condenado, el pueblo se tranquiliza pero solo momentáneamente porque sabe que todo esto no es más que una artimaña con la que se le hechiza y se le amansa hasta la próxima vez: ora Edipo, mañana las farmacéuticas… o…

[1] van Prooijen, J.W., El chivo expiatorio, pilar del pensamiento conspiranoico https://es.unesco.org/courier/2021-2/chivo-expiatorio-pilar-del-pensamiento-conspiranoico 

[2] Whitehead, J.R., Memoirs of a Boffin formerly Radar to the Future 

https://whitehead-family.ca/drrennie/chap13.html