“Doctor, no puedo mantener relaciones sexuales con mi mujer. No me excita ya. Solo me caliento con vídeos pornográficos. Cada día más. Ella me pregunta y está muy preocupada porque no estamos juntos. Cree que hay otra o que ya no me gusta. Necesito ayuda. ¿Qué hago? J. 30 años.
El consumo exponencial de pornografía con diferentes dosis de violencia, conlleva inevitablemente una mayor normalización de la misma en nuestra sociedad, ya de por sí hipersexualizada, como ya hemos advertido en otros muchos artículos, fenómeno que se produce de una manera transversal.
Afecta a todos los estamentos sociales y a todas las edades, aunque el consumo predomina en los hombres hecho que, con toda probabilidad, cambiará en los próximos años, porque la industria del porno anhela copar ese nicho de mercado que supone el 50% de la población, al que ofrecerá contenidos menos violentos y más romantizados.
En esta entrega, nos referimos a un tipo de películas sexuales -que denomino Pornoviolentas (PSP) (*)- en las que se degrada y veja a las mujeres y a los menores hasta niveles insoportables. Vídeos que se cuentan por miles de millones en los millones de webs porno existentes, a disposición de cualquiera, adulto o menor, que acceda a dichas páginas con absoluta disponibilidad y total accesibilidad. Barra libre, gratis.[1]
Pues bien, uno de los efectos del consumo cotidiano de pornografía violenta, bien conocido en el ámbito de la investigación y de la clínica, es el deterioro y la consiguiente crisis de la relación en pareja.
La explicación resulta lógica: una relación en la que un miembro se masturba en solitario viendo porno, muy a menudo, desatendiendo el vínculo afectivo y emocional con el/la otro/a, descuidándolo, puede comportar varios problemas, cuya gravedad va a depender de muchos otros factores como hemos analizado ampliamente en otro momento (Tiempo de dedicado, tipo de películas consumido, nivel de comunicación en la pareja, rasgos de personalidad, consumo de sustancias, biografía de cada uno/a…)
En cualquier caso, cabría considerar un hecho obvio: las horas que se dedican a esa actividad, necesariamente se retrotraen de otras ocupaciones necesarias con la pareja, hijos/as, amigos, trabajo, hobbies…de manera que nos podemos encontrar, en primer lugar, con alteraciones y trastornos de la sociabilidad.
La soledad y el aislamiento (correlatos evidentes de la adicción) son una característica muy común en aquellas personas consumidoras habituales de estos vídeos, independientemente de si estas son Películas Sexuales Eróticas (PSE) o Pornoviolentas (PSP), terminología novedosa que hemos propuesto en este ámbito. Ambas pueden “enganchar”, si bien los efectos de unas y otras son bien distintos e incomparables.
La vida en pareja
En el caso concreto de la vida en pareja, a menudo, se descuidan estas relaciones y, a la larga e inevitablemente, esto no sale de balde, es decir tiene consecuencias ya que el tiempo es limitado y las relaciones necesariamente hay que cuidarlas. No hay milagros: la pareja es como una planta delicada, lo que obliga a extremar sus cuidados y atenciones de toda índole. Cultivarla con cariño y generosidad, siguiendo el ejemplo ecológico de la flora, término éste, el de cultivar, que me gusta porque me parece inspirador.
En segundo lugar, esa frecuente exposición, va a provocar que la otra parte pueda sentirse, no sin razón, engañada, no deseada, no querida o pueda llegar a sospechar -nada extraño, por otra parte- que haya una tercera persona, pensamientos y expectativas que puede provocar situaciones conflictivas y acusaciones de infidelidad, porque esa contingencia va de la mano, usualmente, de pérdida de comunicación. La crisis está servida, por lo que disponer de las habilidades adecuadas para gestionar estos conflictos, es fundamental para la estabilidad de esa pareja.
Por tanto, en un tercer momento, esa exposición habitual al porno acaba provocando que se eviten situaciones de intimidad con la pareja real, ora porque no hay deseo, debido a las practicas masturbatorias asociadas, ora porque ya no le excita como antes o bien porque no quiere demandar ciertas prácticas sexuales “duras” –que son las que realmente le excitan en la pantalla y con las que ha establecido una asociación potente, tendencia que sigue una progresión imparable– que su pareja no puede realizar o no le apetece por múltiples razones. O incluso él mismo varón no puede llevarlo a cabo por una disfunción sexual.
Disfunciones sexuales y consumo de prostitución
En razón de este extremo, inevitablemente, tenemos que citar otra consecuencia de la que hablaremos en próximas entregas, a tenor de que es uno de los efectos más indeseables de este consumo. Nos referimos a las disfunciones sexuales que, en el caso del varón, se centran en los trastornos de la erección, es decir el hombre no tiene erección o la pierde al poco tiempo o ante determinada practica sexual (por ejemplo, el coito), una de las secuelas que, a no dudar, es la que mayor ansiedad le produce. Esta preocupación le lleva a no solicitar a su pareja relaciones sexuales porque teme fallar. Sobre el “gatillazo” y las disfunciones sexuales hemos hablado en otros artículos en este mismo blog.
Confieso que, cuando trabajo en talleres con jóvenes, este es una de los pocos aspectos al que prestan una notoria atención y muchas de las preguntas posteriores versan sobre este extremo. Si el grupo de trabajo son adultos, algunas mujeres nos confirman esta preocupación, porque no es fácil que los hombres hablen de este tema.
También tenemos que referirnos al consumo de prostitución y sus vínculos con el uso de pornografía violenta al que el hombre adicto se siente obligado de acceder, por dos razones:
La primera porque es el único lugar donde puede llevar a cabo sus fantasías sexuales y sus deseos de prácticas sexuales excepcionales que no puede tener, o es improbable que se tengan, en una relación de pareja común.
La segunda es consecuencia, en parte, de otros de los efectos perversos de esta exposición habitual al porno: pérdida de la capacidad de empatía y de compasión con las mujeres, chicas aniñadas, niñas y niños, que son violadas/os sistemáticamente en muchos de estos vídeos, en razón de que una de las modificaciones cerebrales conocidas de este consumo es esa: alteración de las capacidades de sensibilidad, empatía, compasión… a través de las llamadas neuronas espejo y de otros procesos y mecanismos cerebrales[2].
Se comprenderá que aventurarse en este espacio de los denominados “materiales para adultos”, a edades tempranas, con el desarrollo cerebral inacabado y aún en proceso, puede tener resultados devastadores tal y como hemos analizado en otras publicaciones, debido a la neuroplasticidad neuronal. De esto hablaremos en el siguiente artículo.
El modelo sexual que se irá configurando en su cabeza a partir de entonces, vendrá influenciado, entre otras muchas variables, por esas infinitas experiencias masturbatorias, sumamente placenteras, asociadas al visionado de imágenes violentas que son reforzadas.
Sospecho que algunas de las noticias de agresiones sexuales de menores a menores, cada vez más frecuentes -realidad que es denunciada explícitamente todos los años, en los informes de la Fiscalía Española y en los de los defensores del menor de diferentes CC AA- tiene algo que ver en todo esto. Mientras, la sociedad, es decir la mayoría de nosotros/as, mira para otro lado con lo que, no tengo ninguna duda, el crecimiento de estas lacras irá en aumento.
Porque, seamos claros: la sociedad ha decidido dejar la educación sexual de sus niños y niñas en brazos del porno, en su mayoría, con dosis de violencia. Abandonarlos a su suerte. Y esto no sale gratis.
No hay ninguna duda de que el consumo de este tipo de materiales puede generar adicción y otros trastornos cerebrales y conductuales. Hoy tan solo hemos mencionado los problemas de pareja.
Si queremos prevenir este problema, primero tenemos que reconocerlo y saber que, más temprano que tarde, tus hijos, nietos o sobrinos verán porno violento. Sí o sí. Entonces: ¿Qué vas a hacer? Propongo que les capacites sobre diferentes aspectos que tienen que ver con la sexualidad, masturbación, placer sexual o pornografía entre otros. Su futuro afectivo y sexual, puede estar en juego y eso es lo que importa. En TUS HIJOS VEN PORNO explico por qué y te sugiero cómo hacerlo.
(*) Con el fin de poner una cierta claridad en el fenómeno de la pornografía, propongo acabar con este término, por su carga emocional e ideológica, confusa y negativa, ofreciendo como alternativa una primera distinción (que contempla otras subdivisiones que no vienen al caso) entre Películas sexuales Eróticas (PSE) y Películas sexuales Pornoviolentas (PSP), sugiriendo a los padres y madres que transmitan a sus hijos/as, de manera razonada y argumentada, que NUNCA vean PSP tal y como hemos señalado en otros artículos y en nuestra propuesta educativa TUS HIJOS VEN PORNO, destinada a familias y profesionales.
[1] https://joseluisgarcia.net/articulos/violaciones-sexuales-a-menores-y-pornografia-incestuosa-ii-el-consumo-de-porno-infantil/
[2] En nuestro trabajo TUS HIJOS VEN PORNO, analizamos con amplitud los efectos más destacados del consumo de pornografía.