En Tres ensayos para una teoría sexual Freud establece algunos de los ejes fundamentales de su teoría pulsional, como lo son la sexualidad infantil perversa polimorfa donde encontramos el carácter parcial de la pulsión, el autoerotismo, las zonas erógenas y la variabilidad de su objeto.
En Pulsiones y destinos de pulsión el objeto de la pulsión parcial es definido como el medio mediante el cual la pulsión alcanza su meta, su satisfacción. Dicho objeto es variable, no está originariamente enlazado a la pulsión, sino que se le coordina a consecuencia de su aptitud para procurar su satisfacción. Puede ser un objeto externo o del propio cuerpo y cuando se produce un lazo íntimo entre éste y la pulsión, se produce una fijación. El objeto de la pulsión aparece como reconstituyendo un nuevo nivel de la acción específica perdida a nivel de la necesidad, designando una satisfacción propia del sujeto.
Podemos pensar entonces que en la satisfacción pulsional hay una búsqueda de recuperación del objeto de deseo perdido. No hay objeto de la pulsión dado y natural. Hay encuentro de la pulsión y el objeto, y esto nos remite a la historia particular del sujeto, la historia edípica que da cuenta de cómo el sujeto queda marcado en la búsqueda del objeto y del deseo, del encuentro de la pulsión y el objeto.
El objeto de la pulsión se construye porque hay una serie de experiencias de satisfacción del objeto amado que generan placeres sexuales intensos y que construyen un objeto que excita, se constituyen como fuente de la erogeneidad.
En la infancia, el niño inviste a su madre con sus pulsiones sexuales. Con la instalación del super yo como heredero del complejo de Edipo, el afán sexual en el niño desaparece, se modifica la relación que establece con los padres, se reprimen las mociones sexuales y surgen las manifestaciones cariñosas, la pulsión sexual queda inhibida en su fin y las originarias quedan en el inconciente y más tarde reaparecen y se reactivan.
En la pubertad se pone en actividad nuevamente la sexualidad. Se encuentra la presencia de las dos corrientes anímicas: la sexual o sensual y la tierna o espiritual.
Esto es, los primeros objetos de amor y la primera elección amorosa que aparecen en el sujeto deben de ser abandonados, lo que es posible gracias al Super-yo que tiene como tarea preservar la prohibición del incesto, negando la posibilidad de elegir a los padres como objetos de amor. Así, quedan introyectadas en el sujeto las prohibiciones endogámicas que le hacen posible, posteriormente, la elección de objetos de amor aceptados culturalmente.
Los modelos de amor hacen al molde de lo pulsional, donde deberá encajar el objeto de la pulsión. Aquello que deseamos tiene que ver con encuentro y un re-encuentro con antiguas experiencias de satisfacción.
Por tanto, el amor sería un recorrido que iría del amor a sí mismo a una imagen traspuesta de sí. La elección del objeto amado tiene que ver con la cristalización del amor a sí mismo.
En el amor de pareja resalta la demanda de una mirada de otro y lo esencialmente insatisfactorio y siempre fallido es que nunca se es mirado desde donde se quiere; el sujeto busca que el otro refleje aquello que lo complete, tratando de apoderarse del objeto negando los límites que la realidad impone.
El amor ama las perfecciones que supone, el imaginario marca el valor de lo que se recibe.
En el amor, las estrategias que funcionan son las que el sujeto pone en juego sin saberlo, son puestas como inconsciente y no apuestas de la conciencia.
En la elección de pareja lo que determina es el inconsciente, algo del otro impacta en el inconsciente, uno da inconscientemente lo que otro desea inconscientemente.
El amor tiene dimensiones histéricas, algo de esta dimensión histérica siempre se pone en juego.
El enamoramiento está relacionado con dichas corrientes anímicas, la espiritual y la sensual, constituyendo lo ideal y esperable, que las dos corrientes encuentren satisfacción en un mismo objeto.
Así, podemos pensar que en el amor existe una presencia simultánea de aspiraciones sexuales directa y de meta inhibida, las dos confluyen hacia el mismo objeto; por lo que, de este modo, el objeto amado atrae hacia sí importantes montos de libido yoica, dando cabida sólo al yo y al objeto.
REFERENCIAS
-Tres Ensayos para una Teoría Sexual (1905). Freud S. Volumen VII. Ed. Amorrortu. Año 1979.
-Pulsiones y destinos de Pulsión (1915). Freud S. Volumen XIV. Ed Amorrortu. Año 1979.
-La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la sexualidad) (1923). Freud S. Volumen XIX. Ed. Amorrortu 1979.
-El sepultamiento del complejo de Edipo (1924). Freud. S. Volumen XIX. Ed. Amorrortu 1979.