Una de las consecuencias más positivas que ha generado la pandemia ha sido la valoración dada a la Salud Mental, confiriéndole un rol protagónico en la conversación cotidiana, una que los psicólogos hemos permitido que siga en mano de médicos especialistas y abogados.
Independiente de la formación y orientación clínica que todo psicólogo descubre en los años de pregrado, todos nosotros nos titulamos comprendiendo que mente sana, en cuerpo sano, es un reflexión simplista que no permite comprender cabalmente la esencia del bienestar del individuo, por lo mismo, todo quien desee comprender las implicancias de una buena Salud Mental, necesita, obligadamente, comprender que nuestro equilibrio mental resulta de la combinación entre nuestra biología, nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestra espiritualidad, nuestros instintos, nuestra sociabilidad y nuestro proceso de crecimiento, que parte en la gestación y culmina recién cuando nuestro corazón deja de latir.
¿Por qué es tan importante ampliar tanto nuestra definición de la Salud Mental?, la respuesta es simple, una sociedad responsable de la integridad de sus ciudadanos, permite que los psicólogos opinemos y participemos en la construcción de la misma, más allá del box.
Estimados colegas y lectores en general, nuestro país aduce una falta de valoración de los trabajos multidisciplinarios, en la carrera por subir en la orgánica, hemos permitido que los psiquiatras controlen el discurso, desconociendo que la formación profesional de ellos está centrada en las bases orgánicas de los trastornos que impiden al sujeto ajustarse o adaptarse a la norma estadística, por lo mismo, la farmacología es esencial para alcanzar el cambio necesario. Los psicólogos en cambio, pendientes tanto de los primeros hitos en la infancia, hasta todas aquellas normativas y no normativas que van marcando el resto de su vida. Los psicólogos, sin excepción, somos los profesionales que comprendemos mejor la Salud Mental, abriéndonos siempre a los aportes de profesiones tan variadas como el Trabajo Social, la Sociología, la Antropología y por supuesto, la Medicina.
Para explicar de manera más práctica, reflexionemos sobre la Violencia Doméstica y el Machismo, como dos grandes trastornos sociales que nuestro país aún no sabe resolver. En primer lugar ¿Existe farmacoterapia para que los agresores regulen su comportamiento?, la verdad es que no, por lo mismo, gastamos una tonelada de recursos en aplacar los síntomas residuales en las víctimas, quienes erróneamente suelen ser rotuladas bajo diagnósticos adaptativos y/o ansioso depresivos, y en los casos más cuestionables, de trastornos vinculares o codependientes. El día que los psicólogos tengamos una real preponderancia en la discusión, variables como el trabajo formativo en la primera infancia, la inclusión legal y forzada del agresor en talleres de intervención psicológica o la regulación del contenido audiovisual expuesto en la televisión, podría propiciar un cambio cultural, mientras tanto, abogados seguirán impulsando medidas que alejen a la mujer de su residencia, a los niños de la seguridad de su hogar y al agresor de su familia, dándole la oportunidad de crear otra, donde repetir el patrón disfuncional de interacción.
Los psicólogos tenemos una deuda pendiente con la sociedad, a tal punto que, dentro del sistema educacional nacional, hemos permitido que se describa nuestro aporte como meros evaluadores de coeficiente intelectual o como duplas profesionales para realizar un trabajo clínico de ajuste conductual y apoyo emocional, sin abrirnos posibilidad alguna, por ejemplo, para opinar respecto a la significancia de los contenidos para los estudiantes o sobre la potencia formativa del material trabajado durante orientación.
Finalmente, para no seguir ahondando en un tema que merecería ser plasmado en un libro de varios tomos, me veo obligado a pedirles que trasciendan la simple discusión sobre modelos o técnicas particulares de crianza o similares, basta ya de perder el tiempo indicando si es mejor tener perros o gatos, sobre cuanto afecta la exposición a videojuegos en niños que pasan solos todo el día, sobre estrategias para conseguir que los niños coman verduras o sobre técnicas de comunicación basadas en la pérdida de la jerarquía parental, todo para evitar que la regulación de las pataletas no genere traumas. Los psicólogos necesitamos contribuir a sanar una sociedad carente de autoconocimiento, repleta de autoengaño y adicta al chaqueteo (todas problemáticas para las cuales no existe vacuna o prescripción farmacológica).
El día que los psicólogos levantemos la voz, de manera profesional y segura, las nuevas generaciones entenderán que la empatía se alcanza, si y solo sí, primero nos preocupamos de nosotros mismos, de saber quién somos, de reconocer las debilidades que necesitamos trabajar y los defectos con los que tenemos que convivir, y claro, las virtudes y competencias sobre las que se forja nuestro presente y futuro; quizás ese día, todo Chile entenderá que la P de Psicología no es decorativa y cuánto nos molesta que nos digan doctores.