“Somos religiosos por naturaleza y si no tenemos un Dios, terminaremos alabando cualquier cosa, lo más común es la idolatría hacia el dinero.” Carl G. Jung.

Freud y el psicoanálisis han sido una pieza clave, consciente o inconscientemente, en el desarrollo del capitalismo.

La forma de interpretar lo inconsciente desde la mirada psicoanalítica ha sido dañina para el desarrollo interno del ser humano. El psicoanálisis tiene una visión enferma de la psique¹ y reduce la función simbólica de lo inconsciente a algo estático, concreto y preconcebido. A su vez, coloca a la razón por encima de todas las funciones psíquicas, por lo que cualquier producto de la esfera irracional será descartado o desestimado, con la fatal consecuencia de cerrar la puerta a todo lo que provenga de las profundidades anímicas en donde la irracionalidad es la regla. Todo esto paraliza cualquier intento de búsqueda interna, o por decirlo de otra forma, paraliza el desarrollo del Alma.

Para el psicoanálisis las represiones, sublimaciones y fantasías son patológicas y no tienen mayor finalidad que ocultar y/o disfrazar todo aquello que es desagradable para el individuo. Es allí donde radica el problema de la mirada psicoanalítica, que todo lo desagradable del ser humano, o mejor dicho, todo lo que el ser humano considera desagradable, no tiene razón de ser.

Lo inconsciente desde el psicoanálisis se aborda de forma intelectual, racional en un intento de proteger al Ego de la emocional, abismal e irracional realidad del Alma. Este intelectualismo se alza como un muro que no permite el correcto flujo entre la consciencia y lo inconsciente. Se desvaloriza cualquier contenido que provenga del lado oscuro; se le teme, y con razón, ya que la polarización de la psique es tal que se corre riesgo de ser avasallado por los productos que permanecen en el otro lado. Mientras más inconsciente es el inconsciente más fuerza y automatismo adquiere, y más mecanismos de protección deben activarse.

Palabras como perversión, represión, sublimación, pulsión y trauma no hacen más que sumir al humano en un oscuro e intrincado mundo limitado y corrupto del cual no puede salir, no hay sentido ni razón para hacerlo, solo queda aceptar la amarga realidad de ser un individuo imperfecto lleno de defectos. La realidad concreta es «sólo eso», por lo que las demandas del mundo imaginal son suplantadas por sucedáneos, como series, películas o video juegos cargados de una fantasía exagerada y artificial que no satisface las necesidades profundas del Ser.

Esto da como resultado una psicología sin alma, con gravísimas consecuencias para el desarrollo individual y social. Con una comprensión limitada de los procesos vitales, que se reducen a meros hechos casuales o constructos sociales, y que llevan al individuo a volcar toda su energía en los acontecimientos externos, que sin la carga simbólica, se convierten en una hiperrealidad insoportable. El individuo huye del sin sentido y pierde su verdadero centro, intentando llenar ese vacío con el trabajo desmedido y el consumismo sin fin, de tipo material y/o de sustancias. Aunque a veces piensa que de algo más se debe tratar la vida, recuerda que su analista le dijo que el amor es un sentimiento que surge del incesto, o es una construcción social basada en estereotipos aprendidos y aprehendidos, y que si realiza alguna tarea creativa, sea cual fuere, ésta es solamente para sublimar todo aquello que es incompatible con la consciencia, o con el Ego, o simplemente para satisfacer las demandas del «Súper Yo».

La infravaloración del ser humano produce individuos temerosos, culposos, con una necesidad de aumentar su Ego para compensar sus múltiples falencias y deficiencias internas, oscuras y perversas. Poca luz se filtra a través de esta nube de denso humo negro, que solamente lleva a un abismo de obsesiones, neurosis, adicciones y diagnósticos de etiqueta. La dependencia del paciente hacia el analista es casi total, es incapaz de tomar decisiones sin consultar al «especialista» primero, y tiene una agenda de una o dos visitas por semana durante años, decenas de años, y en algunos casos, toda la vida.

Individuos así son el perfecto sustrato para crear una economía de consumo desmesurado, sabemos muy bien que lo que no encontramos dentro lo buscaremos fuera, y como dentro no hay nada bueno que buscar…

La compensación de este desequilibrio no se hace esperar, una búsqueda espiritual superficial, llena de promesas de humo y soluciones rápidas, con intenciones ocultas de ambición y codicia son el peligro que corren aquellos que tienen una gran carencia de valores religiosos (del latín religare, que significa religarse, o volverse a unir con la esencia vital suprema) y su consecuente vacío existencial.

El individuo que no consigue conectarse con lo trascendente, lo numinoso pierde el sentido de la vida y se vuelve un autómata, y si lo ha perdido, o nunca lo ha encontrado, es más dominable por los medios de comunicación, por las reglas sociales y las modas. Se convierte en un excelente producto para el capitalismo salvaje.

Este universo que se manifiesta a través de nuestros actos, palabras, intenciones, relaciones, sueños, creaciones, etc., etc. es todo lo que Freud dijo, pero mucho más también. Y es en ese «mucho más» en donde está la clave para el desarrollo de la personalidad. En lo inconsciente hay un bagaje ancestral, una sabiduría profunda que no nos pertenece como individuos sino como seres humanos, hay una intención y una finalidad para la persona, su vida y su desarrollo espiritual, hay una trascendencia y una comunicación con las figuras arquetípicas que están actuando a cada momento en nuestra vida. Cuando se empieza a prestar atención y se trabaja con las imágenes internas, los hechos de la vida comienzan a tornarse tridimensionales cuando antes habían sido sólo bidimensionales, entra en juego algo que siempre había estado allí pero no se había notado, eso es la vida simbólica.

La vida simbólica es una forma de comprender la propia existencia de manera completa, dinámica, en donde los procesos internos tienen un valor para el individuo y más allá del individuo.

El reino mítico lo llevamos “dentro”. Todos los gigantes, serpientes, dragones, vampiros, así como los ayudantes secretos del viaje están allí, en el reino de los sueños. El reino al que incesante e ineluctablemente regresamos cada noche. Allí radican todas las potencialidades que nunca trajimos a la realización como adultos. Es, pues, el reino de lo no manifestado aún. Ellas son las semillas de oro que encontramos en el viaje a nuestras profundidades².

Por todo esto, hay que volver a ver al ser humano con otra mirada, como la de los antiguos, que comprendieron que eran la Naturaleza y no que creaban el Arte para luchar en contra de ella.

Citas

1- HILMAN, James, El Mito del análisis, Siruela, Madrid, 2000.

2- DELGADO, José Antonio, «Contribuciones al simbolismo del lado oscuro de la psique». http://www.cgjungpage.org/learn/articles/analytical-psychology/172-contribuciones-al-simbolismo-dellado-oscuro-de-la-psique?showall=1

Bibliografía

  • JEAN, Laplanche & Jean-Bertrand Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis.
  • JUNG, Carl Gustav, Los complejos y el inconsciente, Alianza Editorial, Madrid, 2011.
  • JUNG, Carl Gustav, Tipos Psicológicos II, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1985.