Algunos artículos online en diversos sitios web catalogan a Elizabeth Loftus, investigadora de la memoria famosa por sus libros sobre los “falsos recuerdos” de abusos, como una gran científica.

Loftus defiende que el concepto de “represión”, difundido por Freud y el psicoanálisis, es científicamente inadecuado, pero vincula esto a otra idea que ella defiende, la de que los recuerdos de abusos sexuales o traumas que han sido olvidados y después de años son recuperados, no existen.

En particular, los recuerdos de abusos recuperados en psicoterapia son, según Loftus y sus partidarios, siempre o casi siempre falsos.

Sin embargo, como veremos, la postura de Loftus es semejante a la de Freud. Ambos autores encontraron casos de personas que había sufrido traumas por abusos sexuales pero después formularon teorías para encubrir los abusos, negando su existencia.

La posición de Elizabeth Loftus es coherente con la de Sigmund Freud

La posición de Loftus tiene varios problemas: primero, vincula necesariamente la recuperación de recuerdos de abuso sexual en psicoterapia con el psicoanálisis (y las psicoterapias inspiradas en el mismo). Este vínculo es espurio. De hecho, si bien Freud empezó su carrera sosteniendo que sus pacientes “histéricas” habían sufrido abusos sexuales intrafamiliares, posteriormente cambió su teoría totalmente y pasó a sostener que los reportes de tales eventos son por lo general fantasías de las pacientes y no recuerdos de sucesos reales (posición con la que la teoría de Elizabeth Loftus es consistente, pese a que ella suele ser presentada como trayendo “la nueva ciencia” que desmonta a la anticuada teoría freudiana).

De hecho, autores como Florence Rush (1977), Jeffrey Masson (1984), van der Kolk y Herman (1986), Romito (2008) y muchos otros han criticado a Freud precisamente por haber creado su teoría del “complejo de Edipo” para ocultar la realidad de los abusos sexuales sufridos por sus pacientes (véase Gissi, 2023).

Freud llamó eufemísticamente “seducción” al abuso sexual cometido por padres contra sus hijas. Después, sostuvo que tales hechos no son reales, afirmando que “no puede haber duda ni de la naturaleza imaginaria de la acusación ni del motivo que ha llevado a ella” (1916-17, p. 370).

En 1933 sostuvo que los informes de “casi todas mis pacientes mujeres… de que habían sido seducidas por su padre… eran falsos”, y “que los síntomas histéricos se derivan de fantasías y no de sucesos reales” (Freud, 1933, p. 120).

Freud se opuso las ideas de su discípulo insubordinado Ferenczi (1933) quien afirmó que “los niños… son víctimas de violencia real o de violación muchas más muchas veces de lo que uno se hubiera atrevido a suponer” y que “la explicación inmediata de que se trata solo de fantasías sexuales del niño, una especie de mentira histérica, lamentablemente queda invalidada por el número de pacientes en análisis que han confesado haber abusado de niños” (p. 161).

La teoría del complejo de Edipo, que dice que todas las niñas y los niños desean sexualmente a sus padres, habría sido una invención creada por Freud para tapar una verdad políticamente inconveniente, la del abuso sexual intrafamiliar (Gissi, 2023). El psiquiatra Richard Loewenstein comenta:

“Existen diferentes escuelas de pensamiento dentro de la psicología académica que debaten la existencia de la “represión”. En general, los representantes de estas escuelas no diferencian la disociación de la represión de manera sistemática (por ejemplo, Loftus, 1993). Esto conduce a una confusión conceptual adicional al evaluar y comparar varios trabajos teóricos y experimentales en el debate sobre la existencia de amnesia por circunstancias traumáticas. Varios de los críticos académicos y populares recientes de la noción de amnesia disociativa postraumática por experiencias traumáticas descuidan casi por completo la extensa literatura sobre disociación y trauma, particularmente la de los veteranos de guerra, y confían en cambio en su propia caricatura de la noción psicoanalítica de represión para apoyar sus puntos de vista (ver, por ejemplo, Ofshe & Watters, 1994). De hecho, esta es una circunstancia extraña, ya que muchos investigadores, teóricos y clínicos del trauma han encontrado que la mayoría de los escritos psicoanalíticos son problemáticos, si no francamente inhóspitos, para las nociones basadas en el trauma de la psicopatología humana (van der Kolk y Herman, 1986). Además, como es bien sabido, desde la famosa renuncia de Freud a la “teoría de la seducción”, con pocas excepciones, hasta hace muy poco, los pensadores psicoanalíticos han descuidado y/o descartado en su mayoría la importancia del trauma psicológico extremo en la génesis de la psicopatología humana, particularmente incitando a dudar sobre la veracidad de las afirmaciones de incesto paterno durante la infancia” (Loewenstein, 1996, p. 311)

Ralph Underwager, activista pedófilo y fundador de la Fundación Síndrome del Falso Recuerdo junto a Elizabeth Loftus

Elizabeth Loftus fue una de las fundadoras de una asociación llamada Fundación Síndrome del Falso Recuerdo, compuesta de padres “acusados” de abuso sexual por sus hijos, y de profesionales de la salud mental que los apoyaban (Loewenstein, 2018). La fundación fue creada por Peter Freyd y su esposa Pamela Freyd (y colaboradores) después de que ambos fueran acusados por su hija Jennifer Freyd de haber abusado sexualmente de ella en su niñez.

La hermana de Jennifer Freyd y el hermano de Peter Freyd (tío de Jennifer) apoyan las acusaciones de Jennifer contra sus padres (Örr, 1998). Ambos padres niegan haber cometido abuso sexual. Peter Freyd fue abusado sexualmente por otro hombre durante su adolescencia, y ha luchado con el alcoholismo (Headey, 2021; Kendall, 2021).

La Fundación Síndrome del Falso Recuerdo (FSFR) fue fundada en Filadelfia en 1992 y disuelta en 2019. Además de Loftus y Peter y Pamela Freyd, otro de los fundadores fue Ralph Underwager, ministro luterano que, al igual que Loftus, trabajó durante muchos años testificando en tribunales a favor de individuos acusados de abuso sexual. A fines de los 80s Underwager ya había testificado más de 200 veces a favor de acusados de abuso sexual en Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda y Australia. De acuerdo a Örr (1998), Underwager fue quien acuñó el término “síndrome de falso recuerdo”. Además de este síndrome no reconocido por ninguna institución oficial de psicología o psiquiatría (pese a 30 años de lucha de sus partidarios), la FSFR también creó otro término: “terapia de recuperación de recuerdos”, para designar terapias que la FSFR y su aliado el Comité de Investigación Escéptica definen como pseudocientíficas. Según la FSFR existen miles de psicoterapeutas que inducen falsos recuerdos de trauma sexual en sus pacientes.

Underwager fue también uno de los fundadores de Victims of Child Abuse Laws (VOCAL), un grupo de lobby a favor de padres acusados de abuso sexual cuyos hijos fueron puestos bajo el cuidado personal de otros adultos, que buscaba limitar el poder de los servicios de protección social infantil.

Underwager se vio obligado a renunciar al directorio de la Fundación Síndrome del Falso Recuerdo cuando se filtró una entrevista que él y su esposa Hollida Wakefield (también cofundadora de la FSFR) dieron en 1993 a la revista activista pedófila holandesa Paidika: The Journal of Paedophilia (Lightfoot, 1993; Örr, 1998). Ambos entrevistados hablaron allí a favor de la pederastia:

“Joseph Geraci (entrevistador de Paidika): ¿Elegir la pedofilia para ti es una elección responsable? 

Ralph Underwager: Ciertamente es responsable. Lo que me llamó la atención a medida que llegué a saber más y comprender a las personas que eligen la pedofilia es que se dejan definir demasiado por otras personas. Esa suele ser una definición esencialmente negativa. Los pedófilos dedican mucho tiempo y energía a defender su elección. No creo que un pedófilo necesite hacer eso. Los pedófilos pueden afirmar audaz y valientemente lo que elijan. Pueden decir que lo que quieren es encontrar la mejor manera de amar. Yo también soy teólogo y como teólogo creo que es voluntad de Dios que haya cercanía e intimidad, unidad de la carne, entre las personas. Un pedófilo puede decir: “Esta cercanía es posible para mí dentro de las elecciones que he hecho”. Los pedófilos están demasiado a la defensiva. Van por ahí diciendo: “Ustedes están diciendo que lo que elijo es malo, que no es bueno. Me están metiendo en la cárcel, me están haciendo todas estas cosas terribles. Tengo que definir mi amor como siendo de una forma u otra ilícito”. Lo que creo es que los pedófilos pueden afirmar que la búsqueda de la intimidad y el amor es lo que eligen. Con audacia, pueden decir: “Creo que esto es, de hecho, parte de la voluntad de Dios”. Tienen derecho a hacer estas declaraciones por sí mismos como elecciones personales. Ahora bien, si pueden o no persuadir a otras personas de que tienen razón es otra cuestión (ríe).” (Wakefield y Underwager, 1993, pp. 3-4).

Tras filtrarse la entrevista, aunque Underwager renunció, su esposa Hollida Wakefield, quien dijo en la misma entrevista que estaría bien hacer una investigación a largo plazo con “100 niños de 12 años en relaciones con sus amantes pedófilos”, permaneció en la junta de la Fundación Síndrome del Falso Recuerdo (Örr, 1998).

La FSFR defendía la idea de que no existe la amnesia disociativa por trauma, y la de que las personas que reportan durante una psicoterapia haber sufrido abuso sexual infantil están reportando hechos irreales. Wakefield y Underwager (1994) sostuvieron que “las personas que han pasado por trauma severo lo recuerdan” (p. 182).

Otros promotores del concepto de “síndrome de falsos recuerdos” son Paul y Shirley Eberle, que en los 70s fueron editores de una revista de pornografía infantil titulada Finger.

Elizabeth Loftus ha testificado en juicios a favor de asesinos y violadores: Ted Bundy, Harvey Weinstein, Ghislaine Maxwell y el estrangulador de Hillside

Elizabeth Loftus ha testificado para la defensa en los juicios contra el asesino en serie de mujeres Ted Bundy, el asesino en serie condenado a cadena perpetua Robert Durst, el agresor sexual serial Harvey Weinstein, la traficante de niñas Ghislaine Maxwell, el sacerdote católico condenado por abusos Paul Shanley y el asesino en serie y violador Angelo Anthony Buono Jr. (“el estrangulador de Hillside”), entre otros criminales y convictos. En todos estos casos Loftus trabajó para el equipo legal del criminal con el fin de que pudiera ser absuelto o su condena rebajada.

De acuerdo a un artículo en línea, en uno de sus libros sobre la “memoria reprimida” Loftus expresó “profunda gratitud” a una lista de varias personas; los primeros en la lista eran Raymond y Shirley Souza, quienes fueron condenados por violación infantil en 1993 (The Leadership Council, 2005).

Durante su existencia, la FSFR tenía un vínculo cercano con el Comité de Investigación Escéptica (Committee for Skeptical Inquiry), una organización estadounidense que se declara defensora de la razón y del “escepticismo científico”, en la que Loftus es hasta hoy miembro del concejo ejecutivo. Tal comité apoyaba y sigue apoyando irrestrictamente a la FSFR (Gardner, 1993; Winter, 2012). Esto muestra la irracionalidad en la que pueden caer muchos de quienes se autocatalogan como defensores radicales de la razón y la ciencia, algo que puede observarse también en su sesgo de confirmación y en el modo exaltado en el que defienden sus posiciones, a veces perdiendo la capacidad de raciocinio que tanto promulgan (Rydberg, 2017).

La periodista Katy Butler (1995) comentando en Los Angeles Times sobre el libro The Myth of Reppressed Memory (co-escrito por Loftus y la periodista Katherine Ketcham) señala que tal libro “no es el trabajo desapasionado de los científicos”, que “no aborda muchos otros casos que podrían contradecir el artículo de fe central de estos libros” y que las autoras estaban “notablemente desinteresadas ​​en los caprichos de la memoria de aquellos que han abusado sexualmente de niños”.

Buscar siempre probar que los acusados de crímenes son inocentes no es una actitud científica ni imparcial. Elizabeth Loftus ha afirmado que ella misma fue víctima de abuso sexual cuando era niña, y bloqueó al perpetrador de su consciencia, aunque nunca olvidó el abuso (Loftus y Ketcham, 1991; Örr, 1998).

Loftus podría estar ella misma utilizando un mecanismo psicológico para lidiar con el recuerdo de ese evento, la “identificación con el agresor”, concepto introducido por Ferenczi (1933), que fue un crítico de la negación por Freud de la realidad cruda de los abusos de niñas y niños cometidos por adultos. En la identificación con el agresor una persona adopta los puntos de vista y actitudes de quien le agredió.

Así como hay personas como Bogaletch Gebre, Ayaan Hirsi Ali, Vinka Jackson y Juan Carlos Cruz que tras padecer sufrimientos e injusticias en sus infancias se han convertido en activistas y han creado fundaciones para la defensa de los derechos de las niñas y niños, otras personas lidian con sus traumas del pasado escogiendo el camino opuesto. Y en este camino opuesto, mientras unos se convierten en abusadores, otros se convierten en defensores de abusadores.

Elizabeth Loftus ha sido denunciada por faltas a la ética

Loftus también ha sido objeto de quejas por faltas a la ética. En 1996 Loftus renunció a la American Psychological Association (APA) poco después de que 2 mujeres, Hoult y Crook, presentaran de manera independiente denuncias de ética contra ella. Ambas eran sobrevivientes que demandaron exitosamente a sus padres por abuso sexual infantil. Ambas habían recordado el abuso después de un tiempo de olvido. Cada una había presentado en sus respectivos juicios pruebas que cumplían los requisitos legales para corroborar los abusos, y que llevaron a la condena de los agresores. Sin embargo, posteriormente ambas descubrieron publicaciones de Loftus que tergiversaban los hechos para dar la impresión de que sus recuerdos eran falsos (Calof, 1995-1996; The Leadership Council, 2005).

En un artículo titulado Recordando Peligrosamente publicado en la revista Skeptical Inquirer (Investigador Escéptico), Loftus (1995) argumentó que los recuerdos disociados y recuperados de abuso sexual infantil son generalmente poco fiables y producidos por “técnicas terapéuticas invasivas” en lugar de recuerdos de abuso sexual genuino (Hoult, 2014). Varias páginas del artículo respondían a un artículo del neurobiólogo Premio Nobel de medicina Eric Kandel y Minouche Kandel (1994) acerca de los mecanismos neurológicos de la amnesia disociativa y la recuperación de recuerdos, en el que los Kandel citaban un caso de abuso sexual infantil conocido en EE. UU. como “Hoult vs. Hoult”.

El caso es el de Jennifer Hoult, una mujer adulta que denunció que su padre David Hoult, un ex profesor del MIT, abusó de ella y la violó repetidamente en su niñez. En contraste con los Kandel, Loftus describió el caso como uno de recuerdos recuperados inverosímiles.

En un análisis de Recordando Peligrosamente, Jennifer Hoult (2014) denuncia que Loftus se basó en un documento de autenticidad no verificada (obtenido de una fuente no develada por Loftus) que simulaba ser una transcripción de una parte del juicio.

En su descripción del juicio en el que ella no estuvo, Loftus omitió y alteró hechos, modificó la secuencia histórica del trauma y los síntomas, y omitió evidencia con respecto a la terapia y al testimonio de Jennifer Hoult. Loftus además en su escrito proporcionaba el nombre completo de Jennifer Hoult, antes no develado.

Loftus renunció a la APA en enero 1996, poco después de que Hoult y Crook presentaran a la APA sus denuncias contra ella, pero antes que la APA recibiera los formularios firmados por las denunciantes que eran necesarios para abrir las denuncias (Koocher, 2014). Posteriormente Loftus ha afirmado repetidamente bajo juramento que “no tenía conocimiento de la existencia de la denuncia de ética antes de su renuncia a la APA” (Rydberg, 2017).

Corwin y Olafson (1997) publicaron un artículo sobre el caso de un olvido y posterior recuerdo de abuso sexual en la niñez. En el caso que ellos abordan, tanto la develación del abuso a los 6 años de edad como el repentino recuerdo del abuso en la joven de 17 años de edad después de años de amnesia fueron grabados en video.

Tras la publicación de ese artículo, Loftus revisó los registros de la corte juvenil, incluidos los registros que había sido sellados por la corte, y contrató a un investigador privado para que rastreara a la madre biológica, la madrastra, la madre adoptiva y el medio hermano de la joven.

Después Loftus entrevistó a algunas de estas personas, pero se presentó ante ellas dando información falsa sobre sí misma. Al presentarse ante la madre adoptiva, Loftus dijo ser la supervisora de Corwin, uno de los autores del artículo. Posteriormente Loftus y Guyer (2002a; 2002b) publicaron dos artículos afirmando que la acusación de abuso sexual había sido “falsa” y efecto de sugestión de la ex madrastra. Loftus y Guyer incluyeron el relato del medio hermano, pero no mencionaron que él había sufrido un accidente que le provocó daño cerebral severo y pérdida de memoria.

Como se ve, Loftus no consideró que el consentimiento informado, ni siquiera el contacto directo, con la joven que según Loftus padece “síndrome de falso recuerdo” fueran necesarios para el diagnóstico (Rydberg, 2017).

La FSFR afirmaba que existía una epidemia de “síndrome de falsos recuerdos” con miles de casos de padres inocentes injustamente acusados. Sin embargo, normalmente un diagnóstico clínico requiere entrevistar a la persona a diagnosticar. En cambio, la FSFR sencillamente consideraba casos de síndrome de falsos recuerdos los casos de padres acusados por sus hijos de abuso sexual (Pope, 1996, 1997).

La propia Elizabeth Loftus escribió sobre personas traumatizadas que olvidaron el abuso sexual y después lo recordaron

Los escritos de la propia Loftus sobre la amnesia postraumática son inconsistentes. La misma Loftus publicó un estudio de mujeres que fueron abusadas sexualmente en el que el 19% de ellas tuvo un periodo de olvido del trauma seguido de la posterior recuperación de los recuerdos (Loftus et al., 1994). Loftus reporta allí que las mujeres que siempre recordaron el abuso no diferían de las que padecieron amnesia en términos del nivel de violencia del abuso. A lo largo de los años Loftus ha oscilado entre reportar casos de amnesia de trauma por abuso (Loftus, 1993; Loftus y Burns, 1982), posteriormente afirmar que no existe la amnesia de trauma por abuso (Loftus y Ketcham, 2013) y declaraciones menos categóricas como la de que no existe la «represión masiva» del «abuso ritual satánico» ocurrido durante varios años. Por tanto, su trayectoria académica es perfectamente análoga a la de Sigmund Freud: primero identificó casos de personas con amnesia de trauma y después decidió encubrir los abusos.

En uno de sus libros Loftus (1988) relata el caso de una profesora universitaria a la que llama R. J., que olvidó su propio nombre, donde vivía, a qué se dedicaba y quiénes eran sus amigos, después de vivir situaciones traumáticas, entre ellas el fin de su matrimonio, y ser testigo de la muerte de su madre. Loftus señala allí que esta profesora recuperó sus recuerdos pero que habría sido preferible mantenerlos olvidados:

“Eventualmente, R. J. pudo recordar todas sus experiencias traumáticas; cuando regresaron, también lo hicieron todos sus otros recuerdos perdidos. Aunque el regreso de sus recuerdos la hizo más sabia, también estaba mucho más triste. Más que la mayoría de nosotros, R. J. entendió el verdadero significado de las palabras de Christina Rossetti en Remember: “Es mucho mejor que olvides y sonrías a que recuerdes y estés triste”.” (Loftus, 1988, p. 73).

Actualmente solo se conoce y difunde la última etapa de la carrera de Loftus, aquella en la que sostiene que los recuerdos de abuso recuperados después de un periodo de amnesia (en especial, pero no solamente, los recuperados en psicoterapia), son falsos.

La amnesia de la propia identidad causada por estrés no solo fue descrita por Loftus. También otros investigadores han descrito a personas con este tipo de amnesia psicogénica generalizada (por ejemplo Abeles y Schildek, 1935; Arzya et al., 2011; Markowitsch, 1999; Reinhold y Markowitsch, 2009).

No existe un enfoque psicoterapéutico llamado “terapia de recuperación de recuerdos”

Aunque Loftus y sus partidarios intentan hacer ver la postura de ella como la “científica” y la idea de que se puede recuperar recuerdos de eventos traumáticos olvidados hace años como “pseudocientífica”, y tratan de presentar a Loftus como representante de la psicología cognitiva, y a la idea de que se puede recuperar recuerdos traumáticos como íntimamente vinculada al psicoanálisis y a la palabra “represión” (Crews 1995; Loftus y Ketcham, 2013; Ofshe y Watters, 1994), nada de esto es una presentación adecuada de las cosas.

Jennifer Freyd, psicóloga que acusó a sus padres de haber abusado de ella (motivo por el que sus padres crearon la FSFR), es también una psicóloga cognitiva y está en la vereda opuesta a Loftus en el debate sobre los recuerdos (Freyd y DePrince, 2001; Becker-Blease y Freyd, 2017). Otra psicóloga cognitiva es Kathy Pezdek, quien condujo experimentos que mostraron que implantar un falso recuerdo, en especial uno de invasión corporal traumática, no es tan fácil como Loftus sostenía (Heaney, 2021). Además, se han descubierto algunos de los mecanismos neurobiológicos de la amnesia disociativa (véase más abajo).

Loftus y autores afines a ella se oponen categóricamente a lo que llaman “terapia de recuperación de recuerdos (recovered memory therapy)”. El término “terapia de recuperación de recuerdos (recovered memory therapy)” es un neologismo inventado por la Fundación Síndrome de Falso Recuerdo. No hay una escuela de psicoterapia con ese nombre.

Al ser un término cajón de sastre, cualquier psicoterapia en la que un paciente recuerda o reprocesa un evento traumático podría ser catalogada como una “terapia de recuperación de recuerdos”, lo que implicaría según la FSFR que no se debe creer al paciente sobre los eventos traumáticos que vivió.

La imaginación guiada y la hipnosis forman parte de la terapia cognitivo-conductual

La FSFR afirmaba que técnicas como la imaginación guiada y la hipnosis inducen falsos recuerdos de abuso y son parte íntegra de pseudoterapias. Sin embargo, ni la imaginación guiada ni la hipnosis se relacionan con alguna escuela teórica específica de psicoterapia. Las técnicas de imaginación guiada son utilizadas por psicoterapeutas de distintas orientaciones, y forman también parte de la terapia conductual y cognitivo conductual (p. e. Beck y Emery, 1985; Clark y Beck, 2012; Lazarus, 1978; Stopa, 2021), típicamente consideradas las formas más científicas de psicoterapia.

El famoso psiquiatra Joseph Wolpe (1993), pionero de la terapia conductual, reporta varios casos clínicos en los que sus pacientes fueron curados tras una exposición experiencial directa (en algunos casos, en la imaginación) con estímulos y recuerdos que solían evitar. Wolpe describe casos clínicos suyos de curación mediante lo que llama “abreacción”, término que había sido acuñado por Freud (1895), aunque al mismo tiempo Wolpe es, como muchos autores conductuales, un crítico severo del psicoanálisis.

A la vez, Wolpe utilizaba la hipnosis en su terapia conductual de desensibilización para la ansiedad. Él mismo utilizaba la palabra “hipnosis” al describir sus métodos (Wolpe, 1993). (Cabe mencionar también que la hipnosis no forma parte de la terapia psicoanalítica, Freud la utilizó brevemente muy al comienzo de su carrera pero luego la abandonó cuando rechazó su anterior teoría del trauma sexual real y la reemplazó por la teoría de que todos los niños y niñas tienen deseos y fantasías incestuosos dirigidos a sus padres).

En este caso tratado por Wolpe un paciente reprocesó un recuerdo traumático antes evitado de un accidente en un vehículo:

“Caso 40: Abreacción durante la desensibilización

Un conductor de un vehículo de carga tuvo, después de un accidente, una fobia muy mareada hacia la tarea de conducir (además de una ansiedad flotante considerable). Después del entrenamiento en relajación y de la elaboración de una jerarquía sobre el tema de conducir, se le pidió, en la primera sesión de desensibilización, que se imaginara sentado al volante de un vehículo estacionado cuyo motor no había sido encendido. Súbitamente empezó a verbalizar los detalles de su accidente, a sudar copiosamente y entró en un estado de mucha agitación. Después de cerca de un minuto la reacción cedió y se le pidió que abriera los ojos. Cuando lo hizo, tenía la apariencia de un hombre cansado pero aliviado, y dijo que ya no tenía miedo de volver a conducir un vehículo de carga. Una prueba directa demostró que así era.” (Wolpe, 1993, p. 254)

Wolpe denomina “abreacción” a esto porque no fue necesario que el paciente se expusiera gradualmente a toda la jerarquía de estímulos que había sido programada. Inesperadamente, el exponerse al primer ítem de la jerarquía, el paciente espontáneamente comenzó a revivenciar emociones y detalles del accidente, y en este caso esto alivió su trastorno (Wolpe es cuidadoso en señalar que este no es siempre el caso).

¿Es la terapia conductista de Wolpe un tipo de “recovered memory therapy”? Nadie lo sabe, depende de la opinión de cada quien.

La amnesia disociativa es un concepto que no viene del psicoanálisis

La idea de que las personas pueden disociar eventos desagradables de su percepción o memoria no depende ni en lo más mínimo de aceptar la teoría psicoanalítica.

Muchos otros teóricos, anteriores, contemporáneos, y posteriores a Freud sostienen que es así. Y algunos de ellos critican a Freud precisamente por haber reemplazado su teoría del trauma real por la teoría de las fantasías edípicas infantiles.

Los muchos autores que se refieren al olvido de experiencias traumáticas usualmente no utilizan el término “represión” sino las palabras “disociación” y “amnesia disociativa”. Estos últimos dos términos aparecen en los manuales DSM-5 y CIE-11 (Dorahy et al., 2022), así como en innumerables tratados contemporáneos de psiquiatría y salud mental.

La disociación y la amnesia disociativa ya se conocían y se había escrito sobre ellas en los siglos XVIII y XIX (Cardeña et al., 2003; Loewenstein, 2018). La amnesia y la fuga disociativa vinculadas con el estrés por experiencias de combate fueron descritas frecuentemente en soldados durante diversas guerras, entre ellas la Primera y la Segunda Guerra Mundiales (Brown, 1918, 1919, 1920-1921; Kubie, 1943; Loewenstein, 1996; Myers, 1915, 1916; Sargent y Slater, 1941; Southard, 1919).

Por otro lado, el término “represión” tampoco fue creado por Freud. Ya era utilizado en la literatura psicológica en las primeras décadas del siglo XIX. Johann Friedrich Herbart (1776-1841) usó el término alemán “Verdrungung” (represión) en sus escritos, en especial en su libro de 1824, Psychologie als Wissenschaft, publicado varias décadas antes de que Freud naciera (Kahr, 1998).

Sin embargo, fuera del psicoanálisis ese término está hoy en desuso. El concepto correcto es amnesia disociativa.

La disociación traumática y la amnesia disociativa son fenómenos robustos, hallados en más de 70 estudios independientes sobre sobrevivientes de traumas

La disociación traumática y la amnesia disociativa (también llamada amnesia funcional o psicógena) son fenómenos bien estudiados, se han publicado miles de artículos y libros sobre ellas, y se ha estudiado también los procesos neurobiológicos que les subyacen (Briere y Conte, 1993; Brown et al., 1998; Chu et al., 1999; Krystal et al., 1996; Kritchevsky et al., 2004; Lanius et al., 2010; Loewenstein, 2018; Paul, 2015; Radulovic, 2017; Rydberg, 2017; Şar, 2020; Simonetti, 2020; Spiegel, 1997; Taïb et al., 2023; van der Hart & Nijenhuis, 2001; Vermetten et al., 2007).

Ambos procesos ocurren en el trastorno de estrés postraumático (TEPT), aunque no son exclusivos de esta categoría diagnóstica. En el TEPT ocurren recuerdos intrusivos del trauma (submodulación) y también entumecimiento y amnesia (sobremodulación) (Lanius et al., 2010; Frewen & Lanius, 2006). Las experiencias cognitivas y emocionales intensificadas o por el contrario entumecidas pueden ocurrir en distintas personas que padecen TEPT, pero también en la misma persona en distintos momentos o en el mismo momento (Lanius et al., 2010; Mozley et al., 2018).

En un artículo publicado en la revista Dialogues in Clinical Neuroscience, Richard Loewenstein (2018) señala que más de 70 estudios en poblaciones clínicas y no clínicas han documentado amnesia de eventos traumáticos. Estos incluyen estudios sobre soldados gravemente traumatizados después de la guerra, víctimas de genocidio y tortura, y estudios sobre adultos que no recuerdan traumas infantiles documentados en sus registros médicos y/o de servicio social.

Un estudio de más de 9000 personas con experiencias adversas en la infancia halló que la amnesia autobiográfica de una parte extensa de la propia niñez estaba directamente correlacionada con la presencia de varios eventos traumáticos acumulados, en especial el abuso sexual y físico (Brown et al., 2007).

Un estudio de Linda Williams (1994, 1995) encontró que de 129 mujeres adultas con antecedentes de abuso sexual infantil documentados de manera objetiva e independiente del reporte subjetivo de la paciente, 38% no recordaban el abuso al ser entrevistadas 17 años después del evento. En el momento del abuso las mujeres tenían entre 10 meses y 12 años de edad.

De entre las mujeres que 17 años más tarde sí recordaban el abuso, el 16% informó que en algún momento del pasado se habían olvidado del abuso. Las mujeres con un período previo de olvido (es decir, con “recuerdos recuperados” del abuso), eran más jóvenes en el momento del abuso y tenían menos probabilidades de haber recibido apoyo de sus madres que las mujeres que informaron que siempre habían recordado su victimización (Williams, 1994; 1995).

Las mujeres que habían recuperado recuerdos y las que siempre habían recordado tenían la misma cantidad de discrepancias cuando se comparaban sus relatos de abuso con los informes de los eventos ocurridos 17 años antes (Williams, 1995).

El hecho de que las mujeres con un período previo de olvido fueran más jóvenes sugiere un factor evolutivo en el olvido que puede ser independiente de cualquier factor motivacional disociativo. Sin embargo, el que las mujeres con un período de olvido recibieran menos apoyo de sus madres tras ser victimizadas (un fenómeno común, la alianza de adultos e instituciones con el adulto abusador) sugiere una causa motivacional y afectiva para eliminar el evento de sus memorias.

Un estudio de Cameron (1993) encontró que el 72% de las personas abusadas por uno de sus padres tuvieron un período de olvido seguido de recuperación de recuerdos, mientras que solo el 19% de las personas abusadas por alguien que no era uno de sus padres padecieron algún período de olvido. Feldman-Summers y Pope (1994) encontraron datos similares: 53 % de olvido en personas abusadas por uno de sus padres frente a 30 % de olvido en aquellos abusados por un extraño. El mismo patrón fue hallado por Schultz et al. (2003). Estos datos son consistentes con la teoría de Freyd (1996) sobre el “trauma de traición”: los niños abusados por uno de sus cuidadores se ven en la necesidad de disociar de su memoria los abusos porque su supervivencia depende del adulto.

Scheflin y Brown (1996) revisaron 25 estudios sobre amnesia de abuso sexual infantil y reportaron que en todos ellos había amnesia en una subpoblación de la muestra. Ningún estudio falló en hallarla. Concluyeron que la amnesia de abuso sexual infantil es un hallazgo robusto a través de estudios con distintas muestras y métodos.

En un artículo sobre la neurobiología de la disociación traumática, John Krystal y colaboradores comentan:

“El trauma psicológico infantil también se asocia con síntomas disociativos. En un estudio, aproximadamente el 60% de 450 adultos traumatizados de niños tuvieron períodos en sus vidas en los que no recordaban su abuso (Briere & Conte, 1993). Los síntomas disociativos que surgen de la traumatización infantil continúan en la edad adulta. Por ejemplo, los pacientes hospitalizados psiquiátricos con antecedentes de trauma infantil tienen niveles más altos de síntomas disociativos que los pacientes hospitalizados no traumatizados” (Krystal et al., 1996, p. 164).

Como comentan Cardeña y colaboradores (2003), la enorme cantidad de investigaciones que apoyan la existencia de la amnesia disociativa y de la recuperación de recuerdos de trauma corroborado de modo independiente, que incluye un caso de videograbación (Corwin & Olafson, 1997) no deja lugar a dudas. Además, las personas recuperan sus recuerdos traumáticos mediante diversas claves ambientales y no solo durante psicoterapia (Herman & Harvey, 1997).

Pierre Janet y el caso de Irène

Hay muchísimas historias clínicas de pacientes con amnesia vinculada al estrés y al trauma. El siguiente es un estudio clásico. El psiquiatra Pierre Janet, que no era psicoanalista y que fue un crítico de Freud, relata el caso de Irène, una joven de 23 años que estaba traumatizada por la muerte de su madre de tuberculosis. Irène había cuidado con esmero a su madre los meses previos a su muerte. Al mismo tiempo, trabajaba para mantener a la familia. Sus ganancias se gastaban en el alcoholismo de su padre y en la comida de su madre. La joven casi no había dormido durante 60 noches consecutivas, y estaba completamente exhausta cuando una noche su madre finalmente falleció. Ella no pudo captar la realidad de este evento; durante toda la noche trató de revivir al cadáver y continuó hablándole. En un momento el cadáver se le cayó de la cama. Llamó a su padre para pedirle ayuda pero esto no sirvió de nada, él estaba completamente ebrio. Finalmente logró enderezar el cuerpo y continuó hablándole. Al otro día Irène salió de su casa y fue a pedirle ayuda a su tía, pero no le dijo que su madre estaba muerta. La tía, sintiendo que algo andaba mal, fue a la casa, se hizo cargo de la situación e hizo los preparativos para el funeral. Irène no entendía lo que pasaba. Al principio no quería ir al funeral, y durante el funeral se rió de manera inapropiada. Después de unos días, su tía la llevó al hospital Salpêtrière. El síntoma más absurdo, decía la tía, era que Irène, una joven bastante inteligente, no recordaba nada de la muerte de su madre y no quería creer que había muerto. Cuando Pierre Janet (1928) habló con ella, la paciente dijo:

“Si insistes en ello, te diré: “Mi madre está muerta”. Me dicen que es así todo el día, y simplemente les doy la razón para quitármelos de encima. Pero si quieres mi opinión, no lo creo. Y tengo excelentes razones para ello. Si mi madre estuviera realmente muerta, habría estado muerta en su habitación, en una fecha específica, y yo, que nunca la dejé y la cuidé muy bien, lo habría visto. Si estuviera muerta, la habrían enterrado y me habrían llevado al funeral. Bueno, no ha habido funeral. ¿Por qué quieres que esté muerta?” (pp. 207-208)

Solo después de varios meses de tratamiento en el hospital, que incluyeron terapia con hipnosis, Irène pudo recuperar el recuerdo lo sucedido, verbalizarlo y expresar su tristeza y sentimiento de abandono por la muerte de su madre y por el estado en que estaba su padre esa noche (Janet, 1928; van der Kolk y van der Hart, 1995).

Neurobiología de la amnesia disociativa: Estrés, hipocampo y corteza prefrontal

Radulovic (2017) señala que en los pacientes con trastornos relacionados con el estrés se han encontrado múltiples anormalidades en el hipocampo, área fundamental para la memoria explícita. Esto incluye una reducción del volumen del área posterior del hipocampo en pacientes con TEPT, y que la función hipocámpica está impedida en los pacientes con amnesia disociativa.

El hipocampo es altamente susceptible al estrés, lo que se manifiesta por remodelado estructural de las espinas dendríticas en las áreas CA3 y CA1. Además, se ha descubierto que el hipocampo también puede codificar ‘recuerdos dependientes de estado’ de modo implícito (el hipocampo no está por tanto involucrado solo en la memoria explícita), lo que impediría la recuperación posterior de tales recuerdos.

Ryan y colaboradores (2015) descubrieron en ratones que se pueden formar recuerdos de estímulos aversivos incluso sin que ocurran cambios en la morfología, plasticidad sináptica o síntesis de proteínas, y que tales recuerdos después no están normalmente disponibles para ser recuperados. Sin embargo, mediante manipulación experimental se puede inducir la recuperación de esos recuerdos.

Un modelo cognitivo y neurobiológico de la supresión de recuerdos en seres humanos indica que la corteza prefrontal lateral reduce la activación en el hipocampo para inhibir la percatación de recuerdos no deseados (Anderson et al., 2004). Anderson y Huddlestone (2012) comentan evidencia de pacientes con amnesia disociativa, sin daño neurológico, que apoya la noción de que este mecanismo puede funcionar de modo inconsciente en el olvido relacionados con mecanismos afectivos y motivacionales.

El modelo del trauma y el modelo de la fantasía

Una manera útil de abordar el “debate de la memoria” no es dividiéndola entre la postura de Elizabeth Loftus y la del psicoanálisis, sino entre el modelo del trauma y el modelo de la fantasía (Loewenstein, 2018; Rydberg, 2017).

En este contexto, la teoría del “complejo de Edipo” de Freud, la teoría del “síndrome de falso recuerdo” de Loftus y la del “síndrome de alienación parental” propuesto por Richard Gardner entran todas en la categoría de teoría de la fantasía: estas tres teorías afirman que en muchos o la mayoría de los casos en que las personas creen o denuncian haber sufrido un abuso sexual intrafamiliar, este no ocurrió en realidad.

En cambio, el modelo del trauma afirma que los adultos, incluidos los padres, muchas veces sí abusan sexualmente de sus hijas e hijos y de otros niños, y que está científicamente bien establecido que esto puede provocar problemas de salud mental, incluidos el trastorno de estrés postraumático y la amnesia disociativa, en las víctimas.

La teoría del trauma no asevera que no existan casos de falsas denuncias o falsos recuerdos de abuso sexual. Tan solo asevera que no se puede generalizar a partir de esos casos para presuponer que todos o la mayoría de los recuerdos o denuncias de abuso sexual son falsos.

Conclusión: pretender defender la pederastia desde la (falsa) ciencia no es mejor que hacerlo desde el posmodernismo

Una defensa de la pederastia y de la no credibilidad general de las personas que han recuperado recuerdos de abusos sexuales acontecidos hace años, que declara estar comprometida con la razón y el “escepticismo científico”, no es ni moral ni científicamente más meritoria que una postura análoga defendida desde el psicoanálisis y desde el posmodernismo como la que realizaron Michel Foucault y otros intelectuales franceses (CNN Chile, 2021; El Desconcierto, 2021; Gissi, 2023; Infobae, 2021; Miller, 1996).

Al igual que en el caso de Hans Eysenck y en el de la terapia de aceptación y compromiso, es necesario ser escéptico respecto de las afirmaciones de tales “escépticos”.

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