Introducción

La neuroeducación es una disciplina que estudia el papel que juega el cerebro en el proceso de enseñanza y aprendizaje de los estudiantes. Desde los años 90, diversas investigaciones en psicología y neurociencia confirman la primacía de las emociones sobre el pensamiento y la influencia de éstas sobre todos nuestros procesos cognitivos, en una interacción constante entre el cuerpo y la mente. 

Trabajos pioneros como el de Antonio Damasio con su concepto de “marcador somático”, o la influencia de los sesgos cognitivos en la toma de decisiones, cuya importancia ha subrayado especialmente Daniel Kahneman, han obligado a la mayoría de las ciencias humanas a replantear y actualizar sus modelos, hipótesis y teorías. El racionalismo científico imperante en el pensamiento occidental, tan notable en el nacimiento de la psicología experimental a finales del siglo XIX, y tan influyente en disciplinas como la economía, la educación y la política, va dejando paso a una concepción más naturalista, holística, y con un sabor marcadamente “neuro”.

Neuroeducación

En el caso de la educación, supone un trabajo coordinado de las diferentes “patas de la mesa” que median el aprendizaje de los alumnos con un objetivo concreto; una educación basada en evidencias científicas que integre los avances relacionados con el aprendizaje de las diferentes disciplinas:

  • La neurociencia trata de comprender el funcionamiento del sistema nervioso desde lo más estructural a lo más funcional.
  • La psicología trata de comprender el comportamiento e interacción humana (experiencias) y los procesos mentales, como el aprendizaje. 
  • La pedagogía estudia la metodología y las técnicas que se aplican a la enseñanza y la educación.

Cuando se habla de crear una educación basada en evidencias científicas no quiere decir en absoluto que muchos de los modelos educativos actuales no lo hagan. De hecho, todo lo contrario, estos modelos han sido creados con las mismas patas de la mesa en las que se apoya la neuroeducación. Sin embargo, los avances científicos en neurociencia han crecido a un ritmo exponencial poniendo de manifiesto algunas fallas en la educación tradicional o, por lo menos, dejando algunas preguntas al respecto

La agenda del S.XXI

De esta manera, vamos a hacer un repaso breve por los nuevos retos y preguntas por resolver dentro de estas disciplinas para comenzar a acercarnos a una nueva educación más neurocientífica y humana ajustada al siglo XXI. 

Neurociencia

Desde el campo de la neurociencia, será fundamental comprender los procesos cognitivos involucrados en el aprendizaje. O en palabras mayores, cómo funciona nuestra mente y cómo maneja la información que viene desde el exterior e interior.

¿Qué ha de ocurrir en nuestro cerebro para que aprendamos? ¿Aprendemos todos igual? ¿Aprendemos al mismo ritmo? ¿Cómo podemos mantener o conservar esos aprendizajes? ¿Es posible potenciar las funciones implicadas en el aprendizaje? 

Es fundamental comprender que aprobar un examen no tiene mucho que ver con aprender. Aprender es un proceso de integración de información que supone la creación de nuevas estructuras neurológicas, ya sean nuevos circuitos o rutas de acción bioeléctrica, nuevas conexiones neuronales o incluso nuevas neuronas. Esto es el proceso que se llama normalmente neuroplasticidad o plasticidad cerebral.

Que esto ocurra está directamente mediado por las experiencias del alumno/a, es decir, no depende de lo que ponga en un libro, sino de la posibilidad de experimentar, equivocarse, rectificar y acertar. Por ello, desde este campo se destaca la necesidad de contextos y sistemas educativos que fomenten la creatividad y aprecien e integren el error como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento y no como penalizaciones o castigos. Mayor rango de asignaturas a elegir y nuevos métodos de calificación ayudarían además a promover la autonomía, cuya relevancia se tratará más adelante. 

Dada la importancia de las experiencias en el aprendizaje (y en la construcción de la personalidad), el principal reto que se encuentra adelante en el campo de la neurociencia es que no aprendemos todos con las mismas estrategias, ni al mismo ritmo, ni somos igual de “inteligentes”, es decir, no desarrollamos igual las diferentes capacidades. Por ello, dado que caminamos hacia una educación más personalizada que nunca, comprender y conseguir integrar las diferencias entre alumnos/as será una pieza clave del futuro de la educación.

Psicología

Entra en juego entonces la siguiente pata de la mesa, la psicología, la encargada de estudiar la experiencia humana. Desde este campo es fundamental construir un nuevo rol docente que además de ajustarse a los retos anteriormente descritos, comprenda qué comportamientos, contextos y competencias son idóneos para fomentar el aprendizaje.

¿Cómo hemos de comportarnos para aprender? y ¿Cómo podemos mejorar el aprendizaje en el caso del profesorado? ¿Qué contextos son más adecuados para el aprendizaje? ¿Qué factores están bajo nuestro control? ¿Cuál es la intensidad, frecuencia y momento idóneo de las acciones de los profesores? 

Habiendo resaltado ya la importancia de las experiencias para aprender y crecer, ahora es momento de poner las emociones en su lugar; como protagonistas en las experiencias humanas. Por ello, aunque bien se podrían haber incluido en el apartado anterior (dado que ha sido también desde la neurociencia desde donde ha quedado demostrado cómo la emoción configura nuestras experiencias, precede al pensamiento e influye sobre las funciones cognitivas), es un terreno sobre el que juega la psicología. 

Encontramos entonces dos cuestiones fundamentales a tener en cuenta a la hora de actualizar la educación: 

  1. La interacción humana juega un papel protagonista como principal elicitador de emociones, por ello el rol que lleve a cabo el profesor/a es de tanta relevancia. Y es que, la nueva docencia no solo tendría que preocuparse por los contenidos, sino que también ha de ser un agente elicitador de emociones relacionadas con el aprendizaje. 

Si la emoción debe guiar el aprendizaje, solo hay que pensar qué emoción nos ha empujado siempre a aprender algo: La curiosidad, una emoción que, además, suele ir dada de la mano de la sorpresa. 

  • Pero no solo hemos de fomentar la curiosidad y utilizar la sorpresa, es fundamental lograr un manejo y equilibrio emocional que permita al alumno/a aprender. Es ampliamente conocido también que desde emociones intensas o incontroladas es muy difícil aprender, dado que copan la mayoría de los recursos atencionales.

Por ello, es fundamental también que alumnos y alumnas aprendan a auto-regularse y conocerse a sí mismos. Al fin y al cabo, conocerse a uno mismo, conocer nuestras limitaciones, nuestras fortalezas, nuestros retos… es imprescindible para enfrentarse al aprendizaje de una manera adecuada, pudiendo adaptarlo a uno mismo. 

Esta cuestión supondría, no solo incluir el nuevo rol docente y fomentar la autonomía del alumno, sino también incluir la figura del psicólogo/a docente dentro de las escuelas. 

En resumen, son dos retos importantes por delante; en primer lugar, es crear contextos que promuevan un equilibrio y autonomía emocional necesario para el aprendizaje.  En segundo lugar, crear un nuevo rol docente que consiga mantener la motivación generando curiosidad y ganas de aprender en los alumnos. 

Pedagogía

Finalmente, la última pata de la mesa, la pedagogía, ha de tener en cuenta estas dos últimas patas para poder crear metodologías y estrategias que se adapten a las personas, los contextos en los que se encuentran y encajen en los diferentes programas lectivos. Además de tener que enfrentarse a un mundo tecnológico y globalizado que cambia más rápido que nunca.

¿Cómo creamos contextos adecuados para que cada alumno aprenda? ¿Qué técnicas son mejores para qué personas? ¿Cómo asegurar que el sistema va a preparar a los alumnos por igual siendo tan diferentes? ¿Es necesario que estemos preparados todos igual? ¿Cómo incluir la tecnología de manera adecuada?

Sintetizando lo anterior, una nueva pedagogía tendría que tener en cuenta: 

  • Nuevos métodos y estrategias que fomenten la creatividad, la interacción humana y dejen espacio a la autonomía y el fracaso. 
  • Nuevos roles para los docentes para que transiten desde la posición de autoridad actual hacia una más liberal que fomente la autonomía del alumno/a y busque despertar su curiosidad.
  • Mayor personalización buscando una mejor adaptación a las necesidades o perfil de cada alumno. 

Todo esto, teniendo en cuenta que el desarrollo de nuevas tecnologías y la globalización nos permiten un acceso a la información cada vez más rápido y concreto. Esta situación supone un paradigma pedagógico muy diferente al que conocemos hasta ahora dado que, por primera vez en la historia, el correcto manejo de la información se sitúa por encima del acceso a la información. En otras palabras, la educación centrada en la adquisición de conocimientos, en el saber, cada vez tiene menos sentido frente a la educación centrada en las personas, en el ser. 

En definitiva, la pedagogía se encuentra con el reto de integrar todas estas cuestiones creando metodologías y estrategias que se adapten a las diferencias de cada alumno/a pero que al mismo tiempo consigan una integración óptima. En adición, otro reto que tendría por delante es que estas estrategias consigan que los alumnos/as sigan enfrentándose a retos que se adapten a sus capacidades y a su desarrollo neuroanatómico.  

Conclusión

En resumen, la adaptación de la educación a las nuevas generaciones y teniendo en cuenta los últimos avances científicos, supone una lista de retos por delante para las diferentes disciplinas involucradas en la educación: 

  • Planes de estudio más abiertos que fomenten la autonomía, la experimentación (curiosidad) y la creatividad de los alumnos/as, además de una nueva perspectiva ante los errores. 
  • Formar al profesorado en el funcionamiento del cerebro, habilidades sociales y regulación emocional.
  • Explorar nuevas formas de aprendizaje basadas en las diferencias neurológicas y la incorporación de nuevas figuras en los centros, expertas en modelos de aprendizaje desde la neurociencia.
  • Cambio del rol docente actual, más tradicional y autoritario, a un acompañante del crecimiento más centrado en las personas que en los conocimientos.
  • Incluir la figura de psicólogos/as como parte activa del proceso educativo con el fin de desarrollar competencias blandas dirigidas a la relación con uno mismo (autoconocimiento) y con los demás.

Este artículo fue escrito por Rubén García psicólogo y neuropsicólogo, fundador de Cotera.