Desde hace unos años, en el mundo de la psicología ha hecho aparición un recurso que considero esencial para aprender a contactar y regular nuestras emociones. La atención plena o mindfulness es una práctica milenaria que nos ayuda a regresar al presente, a vivir en el aquí y ahora, a adentrarnos en nuestro universo particular para conocernos y relacionarnos mejor con los demás.

Desde esta perspectiva, las emociones son estados mentales transitorios, que desaparecen cuando cumplen su función: señalizar peligros, conectar con otras personas, buscar apoyo social y orientar una vida con sentido. La clave de la regulación emocional es aceptar nuestras emociones, escucharlas y no aferramos a ellas para que sigan su camino.

La aceptación del malestar y sufrimiento es uno de los pilares esenciales de la atención plena. Para el budismo, el sufrimiento es una realidad esencial de la vida, la fuente de nuestra insatisfacción. Tendemos a pensar que el resto de personas han alcanzado la felicidad y no sufren como nosotros, lo que nos hace sentir aún más desesperados. Al comprender que todas las personas tenemos esta experiencia, nos damos cuenta de lo unidos que estamos todos los seres humanos.

La palabra “sufrimiento” en sánscrito es “Dukkha” y hace referencia al sufrimiento pero también a la ansiedad. Desde esta perspectiva, la máxima expresión de sufrimiento -y cómo lo experimentamos- es la ansiedad.

Cuando sentimos este malestar, tendemos a rechazarlo, deseamos que desaparezca de nuestra vida, pero cuanto más luchamos contra ese monstruo, más grande y amenazador se vuelve. Por eso es tan importante aceptar que la ansiedad, la tristeza, el estrés, la ira y otras emociones, son señales de que hay cosas que debemos modificar para sentir un profundo bienestar.

Me gusta hablar de las emociones como de nuestras aliadas de la salud física y psíquica. Las emociones desagradables, intensas y que no sabemos regular, van tomando fuerza con el tiempo y llegan incluso a desencadenar enfermedades físicas que pueden ser leves -dolores de espalda o de cabeza- o más intensas -aumento de la tensión arterial, empeoramiento de enfermedades crónicas como la psoriasis, etc.-. Sin embargo, las emociones agradables que promueven nuestro bienestar y calma interior, son capaces de promover la salud física y mental.

Cuando aceptamos que las emociones son nuestras amigas, que vienen a avisarnos de aspectos que no funcionan bien en nuestra vida, somos capaces de tomarnos un tiempo para nosotros mismos, para escuchar lo que nos tienen que decir, para conversar con ellas y finalmente integrar todas las enseñanzas que nos aportan, lo que nos ayuda a no aferrarnos a las emociones ni a rechazarlas, promoviendo así nuestro bienestar.

Considero que el mindfulness es una herramienta emocional esencial para regular nuestras emociones por varias razones:

  • Nos ayuda a vivir en el presente: Tendemos a vivir en un modo “automático”, reaccionando a las experiencias que nos ocurren. La práctica de mindfulness nos ayuda a apagar ese automatismo y hacernos conscientes de todo lo que ocurre dentro y fuera de 2 nosotros. La práctica más sencilla de atención plena que todos podemos practicar, es la de atender a nuestra respiración. La próxima ocasión en que sientas una emoción intensa, puedes practicar el siguiente ejercicio:

Toma tres respiraciones profundas atendiendo al modo en que el aire fresco entra por tu nariz, oxigenando todo tu cuerpo y mente. Atiende también al modo en que el aire caliente sale por tu nariz de manera natural… Observa esa marea eterna que es tu respiración, que te conecta al presente, a tu cuerpo y al lugar donde te encuentras ahora… Tu respiración es el hilo que te une a la vida… Las emociones vienen y van… como las olas del mar… como las nubes en el cielo… Tú solo eres un observador… La respiración es el ancla que te une al ahora, al presente, el único momento existente.

  • Desapego con nuestras emociones: La práctica de la atención plena por medio de la respiración y la meditación, nos ayuda a ser conscientes de que nuestras emociones no somos nosotros. Tendemos a sobre-identificarnos con nuestras emociones y pensamientos, de tal modo que lo que pensamos y sentimos se convierte en quienes somos. Desde las bases filosóficas de la atención plena, se aboga por identificar nuestros pensamientos y emociones como entidades diferentes a nosotros mismos, son construcciones de nuestra mente, pero no existen más allá de la atención que les prestamos.

En ocasiones nos aferramos tanto al malestar y sufrimiento que los vemos como algo bueno porque nos hacen sentir. Cuando el sufrimiento se convierte en nuestra coraza frente al mundo, será muy difícil trascenderlo, es necesario saber que el sufrimiento es un amigo que nos muestra cosas importantes de nosotros mismos, pero que nosotros no somos ese sufrimiento. Tú no eres tus pensamientos y emociones, tú no eres el sufrimiento. Tú eres el observador de todas esas experiencias, solo que en ocasiones te pierdes a ti mismo por la fuerza de las emociones. Saber que tú no eres tus pensamientos, emociones ni el sufrimiento, es liberador porque te da la opción de observar estos procesos desde fuera, como un espectador. Y desde esa postura, eres capaz de comprenderte mejor, de quererte tal y como eres, de compartir con los demás tu esencia.

  • Todo fluye… nada permanece: La impermanencia es otro de los principios esenciales del mindfulness. Saber que todo cambia, que nada dura por siempre, nos aporta calma en los momentos más difíciles de nuestra vida. Si observas la naturaleza, comprobarás este cambio eterno propio de la naturaleza y de nosotros mismos… Los árboles se liberan de sus hojas, haciendo espacio para las nuevas que vendrán, las flores se marchitan solo para que la fuerza del sol y del agua promuevan la aparición de nuevas flores, las estaciones se suceden una a la otra, los animales nacen, se reproducen y mueren, al igual que ocurre con los humanos. La impermanencia todo lo cubre y ocurre lo mismo con tus emociones, aparecen y cuando las escuchas, las liberas de tu mente… cumplen su función y desaparecen.
  • Aprendemos a ser compasivos: La compasión se produce cuando dirigimos nuestro amor hacia el sufrimiento de otra persona o de nosotros mismos. Lo podemos experimentar como esa necesidad de ayudar, de escuchar, acoger y acompañar a otras personas y a nosotros mismos, pues también nosotros necesitamos el amor que llevamos en nuestro interior.

He confeccionado un modelo de regulación emocional en cinco fases, donde la atención plena es el motor de ese cambio:

➡ FASE 1 – Identificar y nombrar la emoción: Al practicar mindfulness, comenzamos a identificar mejor nuestros estados emocionales, observando la manera en que éstos se expresan en nuestro cuerpo y empleando la respiración como primer elemento regulador.

➡ FASE 2 – Aceptar la existencia de la emoción: Permitirnos sentir una emoción es el segundo paso esencial para poder regularla. La impermanencia nos ayuda a comprender que el ciclo vital de la emoción es la de nacer, expresarse y desaparecer. Una manera esencial de regular nuestras emociones, es modificar el diálogo que tenemos con nosotros mismos, siendo más flexibles y aceptándonos.

➡ FASE 3 – Cambiar el modo en que nos relacionamos con las emociones: La práctica de atención plena nos ayuda a comprender que nosotros no somos nuestras emociones, lo que nos ayuda a fluir con los sucesos de la vida y con las emociones que experimentamos. Aprendemos a ser flexibles con nosotros mismos, aceptándonos y convirtiéndonos en un apoyo esencial.

➡ FASE 4 – Promover emociones positivas: Esta etapa es muy activa y tras haber modificado la relación que teníamos antes con las emociones, comenzamos a crear pensamientos positivos, a ser optimistas, a mantener la esperanza y comenzamos a agradecer lo que tenemos en nuestra vida (desde la posibilidad de respirar, caminar hasta la de poder realizarnos como personas únicas que somos).

➡ FASE 5 – Vivir una vida donde podemos regular nuestras emociones: En esta fase final, comenzamos a disfrutar de los resultados del duro trabajo realizado en las anteriores etapas. Comenzamos a no rechazar ni reprimir nuestras emociones porque sabemos que son nuestras aliadas, somos capaces de practicar ciertas actividades que nos ayudan a expresar lo que sentimos (la escritura, arte terapia, hacer ejercicio, practicar yoga, meditar, pasear por la naturaleza, etc.). Y lo que me gusta especialmente de esta etapa, es que somos capaces de ser sinceros respecto de lo que sentimos, sin ocultar nada, aceptándonos completamente.

Considero que el mindfulness tiene un gran potencial para promover en nosotros el bienestar emocional, aquel que solemos buscar pero que parece huir de nosotros. Por ello este artículo es el primero de una serie de post que publicaré sobre el poder transformador de la atención plena para vivir una vida con sentido, disfrutando de cada respiración y de cada instante de nuestra vida. Os espero en el siguiente artículo y recordad respirar para conectaros al presente y a vosotros mismos.

Este artículo fue escrito por Elena Alameda Jackson, Licenciada en Psicología Clínica y de la Salud.  A Elena la pueden contactar en su perfil de We Doctor: https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192