Cuando comenzamos a practicar la atención plena y a meditar, vamos construyendo una nueva manera de relacionarnos con la vida. Comenzamos a comprender que los sucesos y experiencias que vivimos, tienen la función de ayudarnos a aprender y seguir evolucionando y nos damos cuenta de que la vida es como ese río caudaloso que nunca para, donde el agua se desplaza de un lugar a otro, donde nada es estático, donde todo cambia.
Este principio es lo que en mindfulness se llama impermanencia, una ley universal que rige toda la vida sobre la tierra y el universo y nos indica que todo cambia constantemente, que nada es eterno, ni los buenos ni los malos momentos. Saber que nada dura para siempre, ni siquiera el sufrimiento y malestar, es algo que puede ayudarnos mucho a afrontar las etapas de estrés y agotamiento con una actitud más positiva. Ser conscientes de esta impermanencia, también trae consigo la aceptación de que las cosas son como son ahora y nos empodera para realizar aquellos cambios que nos lleven a una vida más plena en la que estemos más satisfechos.
La impermanencia es un principio que podemos observar en la naturaleza. Las flores nacen, crecen y finalmente se caen, dejando paso a las nuevas flores, convirtiéndose en el abono de sus hermanas, dando vida incluso tras su desaparición. La madre tierra nos muestra cómo la impermanencia está presente en todo, no solo en nosotros. Me gusta pensar en que nosotros somos como esas flores, que se convierten en el abono de las futuras generaciones y lo que hagamos en nuestra vida tiene la capacidad de influir más allá de nosotros mismos, más allá de esta existencia limitada en la que ahora nos encontramos.
Es importante saber que nuestros pensamientos y emociones también cambian, no se mantienen estáticos, de modo que saber que aunque hoy nos sintamos tristes, ansiosos o frustrados, mañana nos sentiremos de otro modo, nos ayuda a comprendernos mejor y a acoger cualquier emoción que sintamos. Todo esto nos permite fluir con nuestros estados anímicos, sin reprimir ninguna emoción, sin quedarnos atrapados en emociones y sentimientos. Este concepto también nos ayuda a no aferrarnos tanto a lo que pensamos y sentimos, porque éstos hoy nos acompañan pero mañana caerán en el olvido.
Cuando no conocemos esta ley universal de que todo cambia, tendemos a obstaculizar el flujo natural de la vida, nos oponemos a los cambios, intentamos ser como siempre hemos sido, sin comprender que cambiamos constantemente. En este sentido, el budismo habla del “yo no fijo” para referirse a este cambio constante de la construcción que hemos creado de nosotros mismos, de nuestra identidad.
A lo largo de toda nuestra vida, hemos ido creando una idea de quiénes somos en base a lo que vivimos, a la manera en que interpretamos las cosas y a nuestras características de personalidad. Tendemos a creer que esta construcción nos define y que será así durante toda nuestra vida, introduciendo la idea de que el cambio en torno a lo que consideramos nuestra esencia, es imposible e indeseado. Otra de las cosas que aprendemos cuando practicamos mindfulness, es la de que en realidad todos tenemos identidades pasajeras, que nuestro “yo” cambia constantemente y aunque al principio esto te pueda hacer sentir perdido, en realidad te abre a muchas opciones, pues te da la posibilidad de experimentar cosas que nunca antes habías imaginado, haciéndote consciente de las barreras que fabricamos a nuestro alrededor en torno a las creencias de lo que podemos hacer, ser o sentir.
Lo que pensamos de nosotros mismos tiene la capacidad de limitar lo que vivimos, llenándonos de temores e impidiendo que hagamos cualquier cosa que deseamos. Todos tenemos un enorme potencial para lograr aquello que queremos, tan solo debemos creer en nuestras capacidades para afrontar las situaciones que puedan surgir, confiando plenamente en nosotros.
El sufrimiento surge en nuestra vida cuando nos oponemos al flujo natural de la vida, cuando no aceptamos lo que vivimos hoy o cuando anticipamos que el futuro no será mejor. Cuando somos capaces de abrazar el cambio y reconocerlo, nos sentimos liberados de todo sufrimiento, de toda atadura.
Para finalizar este artículo, te doy algunos consejos que puedes seguir para que la impermanencia sea algo positivo en tu vida y puedas sentirlo profundamente.
- Celebra los sucesos de tu vida: Solemos celebrar solo aquellas cosas que salen bien en nuestra vida, pero te propongo que celebres cada nuevo suceso que te ocurra, por pequeño o grande que sea. Cuando vivas alguna situación desagradable que te genere sufrimiento, en lugar de dejarte llevar por el miedo y la tristeza, haz tres respiraciones profundas y piensa en lo que te trata de enseñar la vida con ella. Celebrar es una manera perfecta de estar en el presente.
- Vuelve al aquí y ahora: El presente es el único tiempo que realmente existe y la respiración es el hilo que te une a él. Cada inspiración y espiración, te hacen consciente del flujo de la vida, del cambio constante, de la impermanencia que todo lo cubre. Este cambio constante te debe recordar a las oportunidades que están a tu alcance, a todo lo que la vida traerá hasta ti.
- Observa la naturaleza: Acude a una playa y observa el eterno movimiento del mar, camina por un bosque y siente los sonidos de los árboles e insectos, observa las hojas caídas y cómo éstas se convierten en el abono para las futuras hojas, si tienes plantas en casa, sé consciente de cómo éstas cambian, crecen, se mueven, las hojas y flores se renuevan, etc. Todo esto te hará comprender un poco mejor la impermanencia.
- No temas al cambio. Ante todo no temas cambiar, no temas fluir con la vida, no temas cambiar de opinión. Todas estas cosas son las que te hacen humano, las que te ayudan a seguir creciendo, las que te permiten aprender y evolucionar.
- Reflexiona sobre los cambios internos que has sufrido en tu vida: En ocasiones echar la vista atrás y recordar cómo éramos hace cinco o diez años, nos ayuda a ser conscientes del cambio sufrido en nosotros. Puedes buscar fotografías de ese tiempo ya pasado para que los recuerdos acudan a ti y así puedas observar cómo la impermanencia es una ley universal siempre presente.
Este artículo fue escrito por Elena Alameda Jackson, Licenciada en Psicología Clínica y de la Salud. A Elena la pueden contactar en su perfil de We Doctor:https://tuconsulta.we-doctor.com/agenda/3080192
