Todos conocemos la teoría de las etapas del desarrollo sexual que propone Sigmund Freud: oral, anal, uretral, fálica y genital. A estas etapas el infans puede quedar fijado a causa de un trauma padecido en su relación con sus referentes mayores. Pero también el sujeto adulto puede quedar fijado. Las formas de fijar a un niño o a un adulto pueden ser la escópica, como ya expliqué en otra parte, pero también la invocante (ambas explicadas por Lacan), y hay más, aunque hay que tener muy buenas herramientas para saber aplicarlas de manera que el sujeto quede fijado. Una de ellas es el muy conocido proceso conductual de premio y castigo, o la sugestión, la hipnosis en sí misma, y seguramente otras (torturas varias psicológicas o físicas, etc.).

Otra fijación es la historia del complejo edípico.

Todo esto ha sido derivado del «análisis» de sujetos adultos, luego, rápidamente, también de niños, todos ellos niños y/o adultos previamente fijados de alguna manera. Por amenazas de castración en el caso Juanito, por ejemplo, que acaba enfermo de fobia a los caballos, sujetos que ya puede decirse que están psicológicamente «trastornados» y a los que luego, a veces «se sana.» En los orígenes del psicoanálisis no se estudia al niño o al sujeto adulto sano. Esto último lo van haciendo analistas y profesionales de otra áreas, que se centran en el desarrollo normal del ser humano, y que a mi modo de ver es esencial para comprender qué pudo haberle ocurrido al niño o al sujeto que ha enfermado.

Porque pensemos: ¿por qué un niño padece enuresis? ¿Ha nacido con enuresis o le ha empezado a ocurrir un poco más tarde? ¿Y a consecuencia de qué? O por qué se masturba tanto un niño o una niña si no está sexualmente desarrollado? ¿O por qué se enferma un soldado que está participando, o que ha participado de una guerra? Es cierto que a algunos les afecta más y a otros menos. O, ¿por qué un sujeto que padece los maltratos de un psicólogo o de su pareja o de sus compañeros de trabajo o de clase, o de un juez, o de cualquier médico o maestro, sale peor parado de lo que ha entrado? Solo puede deberse ha que ha sido traumatizado de antemano, que ha sido manipulado, sugestionado o vejado de alguna manera.

Todo esto puede ocurrir en el embrión. Ni el cordón umbilical ni el pecho de la madre son siempre inocentes. No solo son tuberías que transportan leche para llenar con alimento el incipiente estómago del crío para que se desarrolle en lo físico. No. Estas tuberías transportan alimento para el alma y la mente, afecto, amor, tantas cosas. De la misma manera pueden transportar cantidades ingentes de odio, desprecio, rechazo, dudas, sentimientos ambiguos, angustias, terrores, asco, imágenes extrañas y retorcidas acerca del hijo que llevan en su vientre, etc., provenientes de la madre y del entorno en el que se mueve esa madre. Madre e hijo son desde siempre seres sociales: no están asilados del ambiente sociocultural e ideológico ni de las demás personas. A veces la madre actúa como caparazón protector y otras, no. Porque no quiere o porque no puede. El embrión, además, a partir de un momento determinado ya escucha la voz de la madre, capta cómo se mueve, entre otras cosas que le llegan del exterior y de la madre: gritos, palizas, el estruendo de las bombas, otras voces, música, y demás.

Muchas veces el paciente menor o ya adulto llegan al psicólogo o al psicoanalista en busca de ayuda y reciben en parte esa ayuda, pero luego, progresivamente, m´s rápido o menos rápido, van descubriendo que aparte de esa ayuda que les beneficia, sus cuerpos y sus mentes van siendo manipulados y atiborrados de teorías, de extrañas apreciaciones y muchas absurdas interpretaciones que no entienden del todo pero que las aceptan a veces a regañadientes, o sumisos, aunque cada tanto se retuercen, discuten y niegan, pero otras veces simplemente, no las admiten y cortan el tratamiento porque ya no les sirve, porque más que ayudarles les confunden o las sienten como agresiones violentas porque se dan cuenta de que no tienen ni pies ni cabeza, y que solo se trata de retenerlos sin que a los psicólogos o analistas les importe el precio.

Algunas veces puede ocurrir que un psicólogo o analista ni siquiera te «atienda» en «consulta». No. Hace contigo lo que quiere sin que tú recurrieras a él en busca de ayuda o de consuelo, y salvajemente te envuelve lentamente hasta que de golpe y porrazo, te larga sus interpretaciones. Esto es muy peligroso. Puede hacer esto incluso por chat, por email, como mejor le venga. Incluso puede decirte: «Yo  usted no la conozco y le pido perdón por decirle estas cosas.» Y tú estás indefensa, y enfermas. Poco, mucho, lo que sea.

Son sujetos que aparentan ser afectuosos pero mantienen imperturbablemente una fría distancia o puede que sean opacos completamente, crípticos, congelados afectivamente, autoritarios, te hacen creer que son una cosa, pero son otra.

Cuidado porque son como serpientes que te enroscan sigilosamente, que lo que quieren es hacerte daño. Y siempre, siempre, proyectan.

Nunca sabrás cuáles eran sus verdaderas razones para hacerte esto porque este tipo de persona ni dan explicaciones ni contestan.