En psicoanálisis nos enseñan que: «La fase oral designa un concepto elaborado por Sigmund Freud. Representa la primera fase de la evolución libidinosa; el placer sexual está ligado entonces predominantemente a la excitación de la cavidad bucal y de los labios, que acompaña a la alimentación. La actividad de nutrición proporciona las significaciones electivas mediante las cuales se expresa y se organiza la relación de objeto; así, por ejemplo, la relación de amor con la madre se hallaría marcada por las significaciones: comer, ser comido. Karl Abraham propuso subdividir esta fase atendiendo a dos actividades distintas: succión (fase oral precoz) y mordedura (fase oral-sádica)». ​

Este es un modo peculiar de verlo. Que la relación de amor con la madre esté marcada, según Freud, por dos significaciones, comer ser comido o, según Karl Abraham, succión (fase oral precoz) y mordedura (fase oral-sádica), es inconcebible desde todo punto de vista.

Cuando el niño es amamantado es cierto que recibe la leche del pezón de la madre -al que se adhiere con sus labios y boca, y succiona-, y es activo en beber esa leche que la madre le ofrece amorosamente, pero es en ese amamantarse activamente (el niño no es un mero receptor, sino que succiona, realiza un trabajo, un esfuerzo: he aquí por qué, como indica Winnicott sea necesaria una cantidad de agresividad sin la cual el niño moriría), no solo recibe alimento para el cuerpo sino para el alma. Aquí nadie come a nadie ni es comido por nadie porque eso nos remitiría directamente a una especie precoz de canibalismo. Y el que el niño muerda a la madre, eso no existe si la relación es «suficientemente buena», en términos también de Winnicott, como no sea que lo haga sin querer, por un mal movimiento suyo o de la madre o cualquier otro factor fortuito. El niño que es amorosamente amamantado no muerde. Aquí no existe nada parecido al sadismo, a menos que quiera verse a la madre como una masoquista que sufre por tener que dar el pecho al hijo, y lo cierto es que hay pocas cosas que sean más placenteras que amamantar al hijo. Ambos psicoanalistas describen, pues, relaciones madre-hijo auténticamente enfermas.

Por otro lado, aunque la leche materna entre por la boca, lo que supone una leve excitación labial y bucal, en realidad, el alimento recorre todo el cuerpo del niño con lo que todo el cuerpo recibe algún grado de excitación, incluidos los 5 sentidos porque el niño fija muchas veces la mirada en la cara de la madre o cierra los ojos, huele a la madre y huele la leche, escucha los sonidos que la madre emite, los internos, propios, el ruidito de la succión, el sonido ambiente, las voces. Y también entra lo táctil y los primeros movimientos creativos propios del escultor porque el niño masajea el pecho de la madre como quien masajea un trozo de plastilina. Solo si se produce una fijación (porque la madre no es suficientemente buena, porque existe algún conflicto madre-hijo o contexto-madre-hijo, y demás), podríamos hablar de etapas, cortes en la libido, cortes en Eros, cortes en el amor maternal y en el amor recíproco del hijo.

Pensar en la «etapa oral» en los términos que mencionamos al principio, es como decir que la música solo afecta a la oreja y al oído.