En una sociedad donde el porcentaje de mayores en la población es más que considerable la figura del cuidador cobra un papel importante.

Una parte de nuestros mayores, y otras personas dependientes, necesitan de cuidados para realizar las actividades de la vida diaria.

En general, los mayores dependientes intentan seguir viviendo en sus domicilios y los cuidados que necesitan son propiciados por el entorno familiar.  Son los familiares cercanos los que se encargan de ayudarles en el día a día a desarrollar actividades de alimentación, higiene, etc.

Los cuidados realizados por familiares o amigos vienen siendo conocidos como cuidados “informales” y aunque son los más frecuentes esta situación está empezando a tomar otro giro con leyes que promueven un cuidado “formal”  y que benefician tanto a personas dependientes como a los prestadores de cuidados habituales. Así a las personas dependientes les asegura cubrir la necesidad de cuidados independientemente de su situación familiar, económica y social; y al mismo tiempo, promueve el descanso de los cuidadores informales.

La realidad de estas personas es que en la medida de lo posible, viven en su domicilio y son atendidos por la familia. Generalmente, es una única persona la que se encarga de estos cuidados (el 83% de los casos, según el IMSERSO, 2005 (España)).  Además y en primera línea de cuidado, la pareja la que se encarga de estos menesteres. Debido a la mayor longevidad de las mujeres, son ellas las que lideran la atención a sus parejas masculinas. En segundo lugar, son los hijos los que cumplen con el cuidado de los padres, especialmente también las mujeres. En esta ocasión debido a la diferenciación por roles de género.

El cuidado de los mayores dependientes conlleva una serie de tareas de diversa índole que requieren una gran dedicación temporal y con frecuencia suponen una gran carga emocional para la persona cuidadora. No es fácil para el cuidador ver el deterioro de un ser querido, y el desgaste emocional al ser una actividad prolongada en el tiempo es una constante presente en todos los cuidadores. Toda la dedicación de los cuidadores supone una situación de estrés para el cuidador.

El modelo que mejor explica el estrés en los cuidadores es el modelo multidimensional de estrés propuesto por Pearlin, Mullan, Semple y Skaff (1990).

Desde este modelo el cuidado está ubicado a un contexto, con unos antecedentes concretos, que van a afectar a la vivencia del mismo (Crespo y López, 2007). Entre los aspectos que abarcaría el contexto se incluyen las características socioeconómicas, la historia personal del cuidador, la disponibilidad de ayudas y recursos, la composición y red familiar.

Este modelo además, diferencia entre estresores primarios, esto es, aquellos que están directamente ligados a la actividad de ser cuidador. En estos se incluyen tanto los estresores objetivos, derivados de las condiciones del mayor y de las tareas que ello conlleva; como los subjetivos, que vienen originados por la valoración que hace el cuidador de dichos estresores (por ejemplo: disgusto ante el desempeño de determinadas tareas, frustración por los problemas de comportamiento del mayor…).

Por otro lado están los estresores secundarios, que afectan a otras áreas de la vida del cuidador. Son aquellos estresores que no están relacionados con el cuidado en sí, sino que tienen que ver con otras esferas del cuidador (familiar, social, laboral…); ejemplos de ellos serian los problemas de pareja, laborales, económicos o de otro tipo.

Para más inri, la acumulación de estresores en las diferentes áreas de funcionamiento de una persona y sus distintos roles son interdependientes, es decir, afectan unos a otros. Además, tienen efecto acumulativo, se acentúa cuando la situación se prolonga en el tiempo, tal y como es habitual en el caso de los cuidadores.

En esta situación y como resultado del sometimiento a estrés continuo se puede producir que el cuidador sufra alteraciones emocionales, sociales e incluso físicas. De este modo, el cuidador puede experimentar, sentimientos tales como depresión, ansiedad, ira,… además de problemas físicos relacionados con esos sentimientos y con las propias tareas de cuidado (por ejemplo movilización del mayor,…).

No obstante, y como contrapunto existen una serie de variables moduladoras. Se trata de los recursos personales del propio cuidador, y entre ellos, las estrategias de afrontamiento (lo que el cuidador hace para dar respuesta y solución a los diversos problemas que el cuidado plantea),  y el apoyo social (esto es las relaciones afectivas y los vínculos interpersonales con los que cuenta el cuidador, los cuales pueden brindarle soporte ya sea para la realización de algunas tareas, lo que contribuye a la disminución de la carga del cuidador, o para proporcionarles empatía, comprensión, reconocimiento, aceptación y afecto).

En consecuencia, los cuidadores pueden influir, mediante la aplicación de recursos propios de afrontamiento, o mediante la utilización de recursos externos de otro tipo (ya sean sociales o económicos), a la contención del estrés, esto es, a la limitación de los efectos potencialmente perniciosos de los estresores.

No es extraño que el estrés que sufre el cuidador constituya a su vez un importante estresor para el mayor. En este binomio interconectado cuidador- cuidado se produce un efecto “contagio” que puede llevar a que el mayor muestre problemas en su rendimiento, mayores dificultades de ejecución de actividades de la vida diaria, y, eventualmente, problemas de conducta y expresiones emocionales, todo lo cual, a su vez, acrecienta las demandas impuestas sobre el cuidador, dando lugar a un círculo vicioso de malestar creciente en ambas partes.

El estrés continuado, puede llevar a estallidos emocionales que pueden incluso incluir algunas formas de violencia verbal o física hacia el mayor, o situaciones de desatención o negligencia. Todo ello genera con frecuencia en el cuidador sentimientos de culpa que contribuyen a empeorar aún más su situación.

La sobrecarga emocional, uno de los términos más utilizados para referirse al estado emocional de los cuidadores e incluye aspectos objetivos y subjetivos. Entre los objetivos estarían el conjunto de demandas y actividades a las que tienen que atender los cuidadores y sería, por tanto, un indicador del grado de afectación de la vida cotidiana de los cuidadores.  Algo así como variable que determina la mayor o menor afectación emocional y física de los cuidadores (esto es, a más actividades y demandas, mayor grado de afectación). Sin embargo, está mediado por la carga subjetiva o la percepción que los cuidadores tienen de sentirse desconcertados, desbordados, atrapados, resentidos, superados,… Es la valoración de que la situación sobrepasa las habilidades que el cuidador tiene para hacerla frente de manera adecuada. Incluye, por tanto, las interpretaciones que los cuidadores hacen de las demandas de la situación, y de sus propias capacidades para hacerla frente de manera adecuada (Olshevski, Katz y Knight, 1999; O’Rourke, Haverkamp, Tuokko, Hayden y Beattie,1996). Desde este punto de vista la carga subjetiva aparece cuando el cuidador estima que la situación de cuidado sobrepasa las habilidades que tiene para hacerle frente de manera adecuada, produciendo en éste una sensación negativa (O’Rourke et al., 1996).

En un segundo artículo, propondré estrategias de mediación al estrés en cuidadores.

Biografía:

  • Crespo, M. y López, J. (2004). Los costes de cuidar: análisis del estado emocional de cuidadores informales de ancianos dependientes. JANO, 1511, 78-79.
  • Crespo, M. y López, J. (2005). Estrés y estado emocional en cuidadores de familiares mayores con o sin demencia. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 40, 55-61. doi: 10.1016/S0211-139X(05)75074-5.
  • Crespo, M. y López, J. (2007a). El estrés en cuidadores de mayores dependientes. Cuidarse para cuidar. Madrid: Ed. Pirámide.
  • Crespo, M. y López, J. (2007b). El apoyo a los cuidadores de familiares mayores dependientes en el hogar: desarrollo del programa “Cómo mantener su bienestar”. Madrid: Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO).