¿Cómo se desarrolla la hostilidad?, ¿es posible convertirla en solidaridad y ayuda a los demás?, ¿cómo y por qué se puede producir ese cambio?
En 1954, con el objetivo de conocer el origen de los prejuicios, el matrimonio Sherif llevó a cabo un estudio de Psicología Social en el estado de Oklahoma.
En esta investigación, se crearon dos grupos de 11 jóvenes cada uno y fueron llevados al Robber’s Cave State Park. Todos ellos tenían formas de vida similares aunque no se conocían. Cada grupo decidió cuáles serían sus nombres y fueron llevados a diferentes extremos del parque sin que conocieran la existencia de los «otros» en la primera fase del estudio.
Los investigadores querían evaluar:
- El modo en el que se llevaba a cabo la identificación de cada chico con su grupo de iguales.
Una de las cosas que llamó la atención es que después de un par de días de convivencia empezaba a observarse entre ellos cierta jerarquía social interna, es decir, aunque cada chico se sentía identificado como parte de un grupo, parecía que cada uno desempeñaba un rol diferente dentro del mismo y se desarrollaban las tareas y actividades en base a las «opiniones» y diligencias de quien había emergido como líder. Esto, en ocasiones, desencadenaba en tensión y conflicto intragrupal.
- Cómo se creaban conflictos y hostilidad entre los grupos una vez conocían la existencia de los «otros».
Para desarrollar esta segunda fase del experimento, Sherif y Sherif establecieron actividades, en su mayoría de índole deportiva, para aumentar el sentimiento de pertenencia a un grupo y, a su vez, fomentar la competitividad y la hostilidad entre unos y otros. Tal fue la rapidez con la que se consiguió este objetivo, que se decidió finalizar con esta fase de forma precipitada con el fin de mantener la seguridad de los participantes.
- Qué ocurriría si se les planteasen situaciones en las que tuvieran que colaborar ambos grupos para resolver un problema común.
En esta última fase, y con la introducción de estas tareas, los investigadores perseguían un objetivo claro: conseguir la integración de ambos grupos para resolver un problema. Estas tareas consistieron, por ejemplo, en encontrar una película escondida para poder verla o buscar una solución para devolver al campo un camión atascado. El desarrollo de estas actividades trajo consigo la reducción y desaparición posterior de los comportamientos hostiles de un grupo con otro, consiguiendo que lo que eran dos grupos de 11 jóvenes se convirtiera en un solo grupo de 22.
¿Cuáles son las conclusiones que se derivan del estudio?
Sherif y Sherif consiguieron demostrar que, crear la hostilidad de unos grupos a otros, es tan fácil como pertenecer a un grupo que sólo se rige por sus normas y jerarquías sociales internas, sin dar la oportunidad a otros de demostrarles que pueden servirse de ayuda mutua y conseguir mucho más juntos.
Además, sentaron las bases de lo que conocemos como el «Efecto enemigo común»: el ser humano es capaz de dejar a un lado diferencias, conflictos y hostilidades para conseguir metas trabajando en equipo. Es fácil entender este concepto si extrapolamos el resultado artificial obtenido de un experimento al día a día del mundo real, donde ocurren desastres naturales y otras desgracias en las que la mayoría de nosotros olvidamos nuestras tensiones y diferencias con los demás, e intentamos mostrar nuestro lado más solidario y altruista ayudando en todo lo posible a aquellos que nos necesitan.