Cuando vives la experiencia del sufrimiento amoroso, lo único que quieres es salir lo más rápido posible, el problema es que no sabemos por dónde queda la salida y menos por dónde empezar a salir.
Los duelos son procesos frente a las pérdidas, si éstas son amorosas, obviamente será un proceso doloroso y angustiante, además, de solitario y muy personal. No obstante, me permito compartir algunas situaciones que podrían ser comunes a los duelos amorosos, pudiendo ser diferentes en su expresión, sin embargo obedecen al mismo resultado: poder reparar y recuperarse.
Entre todas las alternativas de sanación a las cuales uno puede optar, existen algunos elementos que distingo que pueden contribuir al cambio.
Primeramente, para salir del sufrimiento hay que darle forma y en lo posible también entenderlo. Hay una frase, que en pleno sufrimiento, es casi una burla a lo que te está pasando, mucha gente te dice ….”lo que estás sintiendo, en algún momento va a pasar”….cuando se está transitando con el dolor a cuestas, esto es casi imposible ni siquiera imaginarlo, ya que el dolor es tan grande que se tienen casi la certeza que nunca va a pasar, que “nunca” te vas a volver a acostar o levantar sin la nube negra sobre la cabeza, el dolor es interminable, no obstante, les puedo decir que sí, efectivamente el dolor en algún momento se pasa.
Otra acción, es salir del cascaron narcisista en el cual se fortalece el dolor, es decir, dejar de creer que sólo uno sufre, les puedo confirmar y certificar que no es así. Hay que dejar de ser la víctima de la situación, siempre es más fácil culpar a los otros y no asumir la cuota de responsabilidad que nos toca a cada uno.
Lo que importa es hacerse cargo de uno mismo, empezar a cuestionar y tratar de derribar todos esos “deberes ser”, las estructuras y volver a ser uno sin el otro.
Cuando se enfrenta y acepta el dolor, se pierde el miedo a experimentar la vida y todo lo que eso significa. Al dolor y al sufrimiento, hay que incorporarlos en nuestro devenir, al hacerlos cercanos, tenemos la esperanza de obtener un trato diferencial y considerado en futuros encuentros, nos ayudan a estar más atentos al presente, y sobre todo estar dispuesto a disfrutar y a complacerse.
Con clara intensión no he querido dramatizar la experiencia de dolor, ya que es otra experiencia de la vida, al igual que la alegría, la pena, el éxito, la frustración, etc. Para todo ello tenemos que buscar la respuesta en la actitud que tengamos y no en tratar de evitarlo. Evitar el dolor sólo hace que en cualquier esquina nos sorprenda y sea más fuerte que uno.
Hacerse cargo del dolor ayuda a salir del ostracismo o, en buen chileno, dejar de mirarse el ombligo. Cuando se transita por el dolor no se ve muy claro el final, pero con un paso se comienza, primero hay que respetar y hacer respetar el propio ritmo del duelo, solicitar ayuda profesional cuando las estrategias personales no dan resultado, ni las amistades sinceras e incondicionales, cuidarnos por dentro y por fuera; y sobre todo volver a reírse de la vida y de uno mismo.
Los eventos dolorosos siempre van a estar presentes, las personas que hemos experimentado dolor, tenemos la gran ventaja de que sabemos que va a pasar, no importa lo que se demore, se pierde el temor a sufrir, por tanto no hay temor a disfrutar.