En estos tiempos donde el maltrato y el abuso se encuentran tan en boga y que ocurre de manera tan constante, es relevante preguntarnos ¿cómo saber si  mi hijo o hija está vivenciando situaciones que le asustan o incomodan?  ¿Y cómo nosotros como adultos podemos darnos cuenta y ayudarlos?

Lo anterior, es complejo si nuestros niños son aún pequeños y no tienen desarrollado el lenguaje o están en vías de adquirirlo, en ese período es donde se hace complejo darnos cuenta o saber si algo está ocurriendo con ellos,  puntualmente si están siendo víctimas de hechos de transgresión sexual y/u otro tipo de maltrato infantil (negligencia, maltrato emocional y/o maltrato físico).

Los niños pequeños  mantienen un pensamiento basado en sus experiencias y mayormente sus recuerdos son sensoriales y acordes a sus vivencias diarias, su lenguaje está siendo adquirido y recién comienzan a armar palabras y frases concretas; por lo tanto, cuando los niños están siendo víctimas de hechos de transgresión sexual o maltrato físico y/o emocional es poco probable que sean capaces de expresar verbalmente las cosas que vivencian pues aún no adquieren, dentro de sus esquemas, aquellos conocimientos sobre qué acciones son inadecuadas ni muchos menos logran tener las palabras para comunicar hechos graves dado que no están incorporados en sus esquemas cognitivos. Pero sí, en algunos casos, pueden indicar monosílabos o palabras que dan luces de que algo sucede: «papá duele», «oreja pega», «besos tata», etc.

No obstante, sin lugar a dudas los niños al momento de vivenciar eventos negativos que los lastiman y los hacen sentir incómodos, muestran cambios conductuales significativos que son notorios para aquellos padres y/o cuidadores que conocen a sus niños, dado que los niños ante situaciones complejas y que no saben explicar, externalizan sus emociones a través de cambios comportamentales con la finalidad de poder expresar lo que les hace sentir dichas situaciones y que ellos, claramente, no son capaces de verbalizar ni contar exhaustivamente.

Generalmente, afecta el apetito, duermen incómodamente, se muestras reacios frente a ciertas figuras adultas que pueden ser los victimarios, mantienen en ocasiones conductas regresivas (dormir con los papás, chupar chupete, hacerse pipi); en el jardín o sala cuna se encuentran más retraídos, con más temor, tienden a estar más agresivos y en ocasiones  más irritables. Lo anterior, también dependerá de sus propias características personales así como también de los recursos tanto familiares como externos que puedan mantener.

Asimismo, estos cambios son co-mórbidos (se pueden explicar a partir de otros eventos) con otras situaciones de vulneración, es decir, los niños frente a cualquier evento negativo que NO SEA NECESARIAMENTE TRANSGRESIÓN A SUS LÍMITES CORPORALES DE FORMA SEXUAL pueden presentar cambios conductuales y en las relaciones con las personas de su entorno.

¡¡Los cambios son la primera señal para que nosotros los adultos abramos nuestros sentidos y observemos qué pasa con nuestros niños!!

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